Siempre he dicho, y con mucho orgullo además, que haber nacido mujer es de las cosas más maravillosas que ha podido pasarme. Me siento absolutamente plena y dichosa que me haya tocado nacer en un género tan virtuoso.

Las mujeres somos dadoras por naturaleza de vida, somos las compañeras naturales de nuestras parejas, formamos y dirigimos hogares entre una larga lista de cosas maravillosas. Hoy por hoy hemos logrado conquistar posiciones claves, y ya dirigimos países con una visión distinta a la de los hombres, porque somos diferentes, con mismos derechos y deberes ¡eso sí!

Sin embargo, esto se ha visto empañado gracias a la ardua labor de movimientos y plataformas de izquierda, que aplauden y alaban todo lo que está mal, al menos ante mis ojos y los de unos cuantos más…

Toca a diario decir “No, no soy feminista”  “No odio a los hombres”  “No creo en el aborto” “Creo en la familia” “Conmigo sí puedes ser un caballero” y pare usted de contar, porque un grupo de congéneres se tomó el atrevimiento de hablar por todas, cosa que nadie les pidió, mucho menos autorizó y nos metió a todas en un lío que durará –en el mejor de los casos- un buen tiempo en desenredarse. Una cruz que por unas pocas que gritan muy duro, nos tocará a todas llevar.

A la par de ello, dependiendo de donde se esté, puede complicarse aún más el asunto. Y lo digo, porque si estás viviendo, mejor dicho, sobreviviendo en un país socialista, debes sortear otras muchas cosas todas igual de nefastas y odiosas, propias de este sistema. Cosas tan sencillas como productos de higiene íntima,  anticonceptivos o maquillaje. Conseguirlos es una tragedia, y de hacerlo, el golpe al bolsillo es devastador.

Sin embargo, ahora más que nunca tengo la firme convicción de que somos necesarias y mucho, especialmente en la reconstrucción del país, cosa que eventualmente se dará, de eso no dudo.

Gracias a la forma tan distinta a la que fuimos criadas culturalmente hablando con respecto a los hombres, se nos ha hecho más fácil manejar tristezas, sentimientos de frustración e inclusive soledades, los únicos sentimientos que saben gestar, y muy bien, estas ideologías. Algo que he notado en amigos y conocidos varones en el exilio o en el país, es lo profundamente rotos que están, y su inmensa necesidad de expresar el río de sentimientos que tienen por dentro y no pueden o no saben, porque desde niños se les prohibió llorar o sentirse débiles, inclusive era “malo” hablarlo, y ahora se están viendo las consecuencias. Duele y mucho…

Nosotras tenemos un papel importante e histórico, como facilitadoras de sanación en la parte emocional de nuestras parejas, así mismo como base con estos de nuestros hogares, porque de los valores que sembremos juntos en nuestros hijos será fundamental la base y tallo de ese árbol frondoso y hermoso que será Venezuela. Un hogar resquebrajado y unos padres rotos no pueden ser fruto de nada bueno, y es por ello que estoy convencida que la naturaleza maternal y femenina de nosotras como mujeres, es un elemento importante en esta conversación, porque de lo que hagan papá y mamá, se verá en efecto maximizado en sociedad los resultados.

Ahora es cuando a todos nos queda por hacer en esta jornada de reconstrucción y pavimento nacional, y todos, absolutamente todos, hombres y mujeres somos igual de importantes como necesarios en esta conversación.

Ser mujer en el año 2021 sin duda, una tarea para valientes.

Jennifer Barreto-Leyva

Abogada | Periodista | CEO Política en faldas y Politics in skirts |Presentadora de radio y TV | Presidenta del Club de los Viernes Venezuela | Directora de Fundación libre en Venezuela | Escritora

Twitter: @jenbarretoleyva

Facebook e Instagram: @jenniferbarretoleyva

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