Willowbrook fue por años una institución educativa de Staten Island, Nueva York, Estados Unidos. Cientos de niños y adultos con enfermedades mentales rondaban los pasillos y recibían ‘clases y cuidados’ allí.
Sin embargo, hacia 1970, se descubrió que a varios de ellos se les inyectó el virus de la hepatitis para hacer experimentos. Y no solo eso, pasaban sus días en precarias condiciones.
Un centro para enfermos mentales
La escuela se construyó en 1942. Las familias tenían la posibilidad de enviar a sus seres queridos o hijos con enfermedades mentales para que recibieran, supuestamente, atención especializada.
Empezó a recibir tantos internos que en 1947 ya contaba con más de 4 mil personas, según el diario estadounidense ‘Silive’. Tal número de residentes sobrepasó su capacidad y el senador de Nueva York, Robert Kennedy, la calificó como un “pozo de serpientes”.
Vanessa Leigh DeBello es la hija de una de las personas que estuvo recluida. Ella escribió las memorias de su madre en el libro ‘Moron: A Daughter’s Story of an Accidental Childhood in Willowbrook’.
Le preguntó a su progenitora cómo sobrevivió y las respuestas no fueron alentadoras, pues no tenían implementos de cuidado personal: el jabón, el champú, la crema de dientes y el papel higiénico escaseaban.
“Recuerdo haber mirado su boca y haberla visto llena de caries. Dije: ‘oh, ¿cuándo van a arreglar todo eso?’”, relató Vanessa, en charla con la cadena de medios ‘NPR’.
Asimismo, afirmó que su madre y otros individuos fueron objeto de múltiples inyecciones.
Estudios de hepatitis
Luego, se descubriría que entre 1956 y 1970 los niños fueron objeto de experimentos. Recibieron el virus de la hepatitis de forma intencional para analizar cómo actuaba su organismo y cuáles serían los tratamientos que podrían recibir.
El estudio fue llevado a cabo por Saul Krugman, quien se defendió de las acusaciones en un artículo para la revista ‘The Lancet’.
Según él, a pesar de inyectarles el virus, era probable que los internos adquirieran la enfermedad por el hacinamiento en el que vivían.
Además, enfatizó en que se hizo con el consentimiento informado de sus padres y a todos se les aplicó la vacuna al final de cada etapa de la investigación.
Pésimas condiciones de vida
Diane Buglioli fue una de las trabajadoras de la escuela en 1969. Tiempo después, reveló todos los vejámenes a los que eran sometidas las personas.
“Se les negaba su derecho básico a la humanidad”, afirmó, en 2014, durante una conferencia.
“Encontré en cada cuarto a 40 niños pequeños. Algunos sonreían, otros me preguntaban mi nombre. Otros estaban en silencio, solo mirándome. Algunos caminaban hacia mí, otros estaban acostados o sentados en el piso. Algunos babeaban, algunos lloraban … era surrealista y estaba todo mal”, comentó.
Las denuncias en televisión nacional
Solo hasta 1972 los estadounidenses vieron en la pantalla de sus televisores las condiciones de los pequeños y adultos. El periodista Geraldo Rivera estructuró una serie de reportajes que tituló ‘Willowbrook: la última gran desgracia’.
Ingresó a la escuela con su equipo de camarógrafos y evidenció todo.
“Niños desnudos acostados en el piso y sucios con sus propios excrementos, mientras hacían sonidos raros”, dijo en uno de los apartes del video. Sin embargo, lo que más le impresionó fue el olor a ‘muerte’ que impregnaba las instalaciones.
Para ese momento, había unas 5.300 personas internas, lo que la convertía en el centro para enfermos mentales más grande del mundo. Alrededor de 600 tenían hepatitis.
Unos 200 empleados, entre enfermeras y médicos, se hacían cargo de ellos: les daban de comer, les inyectaban sus medicinas y, a veces, trataban de vestirlos. Como pudo constatar el reportero, había pisos en los que cuatro personas se hacían cargo de más de 100 enfermos.
Fin a la ‘inhumanidad’
La polémica escaló al punto de que un juez ordenó a las autoridades, en 1975, comenzar el traslado de las personas a hogares de paso u otros centros de reposo. De las 5 mil personas, debían quedar menos de 200 en la construcción para reducir significativamente el hacinamiento.
El proceso tardó hasta 1993 cuando se ordenó su cierre definitivo. Además, el estado de Nueva York fue condenado a velar de por vida por las óptimas condiciones de los nuevos hogares de los sujetos.
La ‘victoria’ para ellos se extendió, como cita ‘Slive’, con una serie de leyes que promulgó el Estado: Decreto de Consentimiento, Ley de Asistencia para Discapacidades del Desarrollo y Declaración de Derechos, Ley de Educación para todos los niños con discapacidades y la Ley de Derechos Civiles de personas institucionalizadas.
La Willowbrook State School desapareció. Sus instalaciones se convirtieron en el College of Staten Island, la universidad oficial que, en la actualidad, recibe a jóvenes y adultos en programas de pregrado y postgrado.
EL TIEMPO
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