La globalización ha traído consigo que hoy el mundo viva en la llamada “Era de la Información”, esa donde los avances tecnológicos han permitido entrar en una fase de desarrollo sin precedentes en la historia de la humanidad. Las distancias han sido reducidas a los caracteres permitidos por las redes sociales, esas que nos permiten conocer en tiempo real qué está pasando en otras zonas geográficas, así como observar en vivo los procesos que dentro y fuera de las fronteras de nuestro país ocurren en otras regiones.
Esta revolución digital ha traído consigo tres aspectos relevantes para la interacción social, y por ende importantes para entender la dinámica política: (i) la inmediatez de la información, podemos tener acceso sin retraso a hechos y contenidos desde la comodidad de nuestros teléfonos inteligentes o computadoras; (ii) la hiperconexión de los individuos, gracias a los avances tecnológicos y a las redes sociales, las personas pasan mucho tiempo de su vida consumiendo información y contenido online, creando así comunidades digitales y virtualizando los intercambios; y (iii) la digitalización de procesos, es decir, cosas que habitualmente requerían la presencia física de las personas, hoy se automatizan y se hacen de forma digital, como el consumo de prensa y revistas especializadas, operaciones bancarias, reuniones de trabajo, etc.
Estamos hablando entonces de un mundo altamente conectado, donde un evento fuera de nuestras fronteras afecta directamente nuestras dinámicas internas. Casos como la crisis financiera global de 2008, ocasionada por el colapso del mercado inmobiliario estadounidense entre los años 2006 y 2007; el bloqueo del Canal de Suez el año pasado durante 6 días, cuyo efecto paralizó gran parte de las cadenas de suministros mundiales; o un evento más sencillo, la caída de los servidores de Facebook Inc. -hoy Meta Platforms, Inc.- el pasado 4 de octubre, incrementando el flujo de usuarios a las redes Twitter, Telegram y Discord, colapsando, en cierto punto, las capacidades operativas de esas plataformas. Todo esto sin contar la pandemia de Covid-19 y sus efectos devastadores a nivel mundial.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Venezuela? Somos un mundo hiperconectado virtualmente, pero desconectado de las crisis de nuestra época, insensibilizados por la información inmediata pero efímera de nuestra realidad. Somos incapaces de darle una solución en el mundo real porque estamos enredados en el inmediatismo digital y acostumbrados a la digitalización de la acción política, como proceso de articulación, así como atrapados en una arquitectura social, económica y política diseñada para segregar al ciudadano y desvincularlo de los otros, física y virtualmente.
Imagínense los efectos que están causando hoy los más de 6 millones de venezolanos refugiados y migrantes. Para tener contexto, la guerra civil en Siria ha dejado en situación de refugiados a 6,7 millones de sirios, es decir, 700mil más que los que ha generado el chavismo sin una guerra abierta en el país.
Solo piensen el peligro hemisférico que representa Venezuela al tener presencia avalada por el chavismo de fuerzas paramilitares como Los Rastrojos y las Águilas Negras, también es la base de operaciones del Ejército de Liberación Nacional (ELN), las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), varios cárteles de drogas mexicanos y colombianos, así como la presencia de organizaciones como Hezbollah, y la operación y despliegue técnico de miembros de la fuerzas armadas rusas, así como el asesoramiento e influencia cubana en el país.
Ante esto la pregunta es sencilla ¿Podemos los venezolanos resolver sin apoyo internacional esta situación crítica? La respuesta es no, Venezuela está inmersa en la dinámica geopolítica mundial y sería un análisis muy parroquialista decir que solos podemos enfrentar al chavismo y sus enormes apoyos internacionales antes mencionados.
En un mundo cada vez más conectado y donde los problemas son cada vez más globales y regionales, las respuestas deben ser en esa misma escala. Necesitamos soluciones inmediatas, reales y globales, también locales, que sepan desarticular esos apoyos criminales e internacionales del chavismo. Si no, pasará lo que en 2018 en Nicaragua, con lo ocurrido en 2020 en Bielorrusia y Bolivia, y también con las protestas del 2021 en Cuba, serán intentos fallidos porque el apoyo del mundo no pasó más allá de comunicados y pronunciamientos diplomáticos, mientras los autócratas del mundo siguen ejerciendo el poder y se apoyan entre sí.
Por Santiago Romero
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