Muchos de los miles de rusos que abandonan su país a través de Finlandia huyendo de las sanciones lo hacen con el miedo a posibles represalias si expresan su opinión en público y la desesperanza de no vislumbrar un futuro en su propia tierra.
El Allegro, el tren de alta velocidad que une San Petersburgo con Helsinki dos veces al día, llega lleno a la estación central de la capital finlandesa, como viene ocurriendo desde que Rusia lanzó su ofensiva sobre Ucrania.
Los viajeros, la gran mayoría ciudadanos rusos, se apresuran a abandonar el andén y muy pocos de ellos se atreven a hablar con los periodistas que les esperan. Algunos viajan por placer o trabajo, muchos otros huyen de Rusia.
«Lo siento, tengo familiares en Rusia», dice un joven con el rostro oculto tras una mascarilla. «Lo lamento, soy militar y no puedo hacer declaraciones», se disculpa un hombre alto y fornido de mediana edad.
Por EFE
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