La OTAN no descarta ningún escenario con Rusia a raíz de su invasión de Ucrania y va a preparar sus defensas ante riesgos químicos, biológicos y nucleares, un paso que es significativo y que evoca los momentos de mayor tensión durante la Guerra Fría.
Los líderes de la Alianza celebraron el jueves en Bruselas una cumbre extraordinaria en Bruselas para mostrar su unidad frente a la guerra iniciada por el presidente ruso, Vladímir Putin, en Ucrania; ver cómo pueden seguir apoyando los aliados a ese país y, además, impulsar un refuerzo militar en el este ante la amenaza de Moscú.
Pero en la sesión del Consejo del Atlántico Norte planeaba una preocupación concreta: la posibilidad de que Rusia pueda recurrir a armas químicas en Ucrania tras haber acusado, “falsamente” según la OTAN, a los aliados de preparar ese tipo de armamento.
A su juicio, Moscú estaría así buscando un “pretexto” para poder emplear ese rango de armas durante su agresión a Ucrania.
Ante esa amenaza, los líderes aliados acordaron suministrar a los ucranianos, además de armas, equipos para ayudarles a protegerse contra riesgos químicos, biológicos, radiológicos y hasta nucleares.
Y al mismo tiempo, han acordado preparar mejor sus propias defensas ante esos riesgos, tal y como plasmaron en la declaración de la cumbre: “Mejoraremos nuestra preparación y disposición ante las amenazas químicas, biológicas, radiológicas y nucleares”, señala el documento, en el que añadieron que tomarán “nuevas decisiones” en su próxima cumbre, que se celebrará en Madrid a finales de junio.
Alerta activada
En la rueda de prensa tras la cumbre, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, fue más allá al anunciar que el máximo comandante militar de la Alianza, el general estadounidense Tod D. Wolters, ya “ha activado los elementos de defensa química, biológica, radiológica y nuclear de la OTAN”.
Fuentes aliadas indicaron a Efe que la OTAN ya cuenta con una unidad específica dentro de su Fuerza de Respuesta para hacer frente a ese tipo de amenazas, y su control operativo recae en Wolters.
Se trata de una fuerza del tamaño de un batallón, de unos 400 soldados, que “no está desplegada en este momento” pero que tras la decisión de Wolters de activarla “se pondrá en alerta máxima”, precisaron.
Este batallón de defensa química, biológica, radiológica y nuclear es en efecto una fuerza multinacional de alta disponibilidad que proporciona a las misiones de la OTAN y a las fuerzas conjuntas de la Alianza desplegadas una capacidad creíble en materia nuclear, biológica y química, y su objetivo es garantizar la libertad de acción de la organización en un entorno con esas amenazas.
Fue creado en 2003 como una iniciativa más para mejorar las capacidades de la OTAN contra las armas de destrucción masiva, y puede desplegarse en un plazo de 5 a 20 días, en conjunto o como parte de una fuerza específica adaptada a una misión concreta.
Creciente sensación de riesgo
“Se trata de pasos muy significativos. Reflejan la creciente sensación de riesgo dentro de la Alianza ante el posible uso de armas no convencionales por parte de Rusia”, reconoció en declaraciones a Efe el vicepresidente del centro de estudios German Marshall Fund de Estados Unidos y director de su oficina en Bruselas, Ian Lesser.
Moscú podría recurrir a esas armas, según este experto, para salvar los resultados militares que se les han escapado en el campo de batalla, como medio para profundizar en sus tácticas de intimidación, o como resultado de “un incidente” entre las fuerzas rusas y las de la OTAN, “con el riesgo muy real de una escalada, en última instancia, hasta el uso de armas nucleares”.
“Las posibilidades de que se produzca ese uso son probablemente todavía bajas, pero no son nulas”, admitió, si bien otros expertos apuntan a que el Ejército ruso estaría teniendo especial cuidado en evitar roces en la frontera de la Alianza que pudieran llevar a malentendidos.
Lesser señaló que la OTAN, de forma colectiva, tiene una capacidad sustancial para detectar, proteger y responder a incidentes o ataques químicos, biológicos, radiológicos o nucleares, algo que era “una característica estándar de la planificación contra un posible conflicto en Europa” durante los años de la Guerra Fría, mientras que en las últimas décadas esa planificación se había orientado principalmente al riesgo de los grupos terroristas.
En cualquier caso, opinó que las medidas actuales “se remontan a un periodo de planificación muy anterior, pero con una incertidumbre aún mayor sobre las intenciones rusas que la que existía en el momento álgido del enfrentamiento de la Guerra Fría entre la OTAN y el Pacto de Varsovia”.
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