Las grandes crisis implican la evaluación de aspectos importantes de la vida de cualquier persona. Ver qué funcionó, qué fracasó, qué se desea hacer en ese momento, a qué se quiere renunciar, cómo adaptarse a una nueva situación con cosas que serán dejadas atrás y otras que se iniciarán.
El reciente libro de la autora Shauna Niequist, Supongo que aún no he aprendido eso. Descubre nuevas formas de vivir cuando las viejas formas dejan de funcionar, expone sus experiencias personales y sus propios aprendizajes en situaciones que ponen en cuestión la vida completa de una persona.
La autora relató que debió mudarse en plena pandemia desde una casa en un suburbio de Chicago, a un departamento de la ciudad de Nueva York. Su comodidad no está en duda, ella misma lo dice: se trasladó junto a su marido y sus dos hijos a un cómodo piso de 252 metros cuadrados en un “hermoso edificio neogótico de ladrillo rojo en Manhattan”.
“La mudanza, combinada con la pandemia, los problemas de salud graves y un período de angustia y dolor más profundos y oscuros que cualquier cosa que haya experimentado, han sido algunos de los años más desafiantes de mi vida. Las cosas que solían funcionar simplemente, ya no. Tuve que volver a evaluar todo”, dijo la autora en una nota en Newsweek. Por supuesto, reconoció, no es una situación exclusiva de su vida, ya que “tantas cosas que solíamos esperar y de las que dependíamos han cambiado drásticamente, y uno de los mayores regalos que podemos ofrecernos unos a otros es el compromiso con la compasión, la autocompasión y la salud”.
Por su parte, Sonja Lyubomirsky, psicóloga y profesora de la Universidad de California, tiene sus propias experiencias, a partir por supuesto de su propia vida, pero también de sus estudios científicos, en torno de las formas en las que se puede alcanzar la felicidad en la vida cotidiana. La especialista es autora del best seller La ciencia de la felicidad.
La experta, en una entrevista con Infobae en julio pasado, remarcó que, junto a sus estudiantes, descubrió que “las personas verdaderamente felices interpretan los acontecimientos de la vida y las situaciones cotidianas de manera que parecen mantener su felicidad, mientras que las personas infelices interpretan las experiencias de manera que parecen reforzar la infelicidad”.
La investigación en psicología positiva define a una persona feliz como alguien que experimenta emociones positivas frecuentes: interés, alegría y orgullo, y emociones negativas poco frecuentes, como tristeza o ansiedad. También está relacionada con la satisfacción con la vida, su apreciación y los momentos de placer. En general, la felicidad tiene que ver con la experiencia positiva de las emociones.
“Lo que no reconocemos es que la felicidad es un estado mental, no un destino. Sabemos que no es un estado estático, porque incluso las personas más felices se sienten tristes a veces”, señaló. Los estudios revelan que las personas felices son más creativas, serviciales, caritativas y seguras de sí mismas, tienen un mejor autocontrol y muestran una mayor capacidad de autorregulación y afrontamiento, dijo.
Tanto Niequist como Lyubomirsky enumeraron algunos puntos que, según creen, pueden ayudar a cualquier persona a buscar una experiencia más feliz de la vida.
Estos son los 4 puntos enumerados por Niequist:
1.- Buscar conexión
“Algo milagroso sucede cuando nos reunimos. Hay una conexión, una curación, un alimento que va más allá de los nutrientes, las calorías, las vitaminas y los minerales. Hay un alimento para el espíritu, y si hemos aprendido algo durante la pandemia, es que realmente necesitamos esa conexión, todos nosotros. Necesitamos vernos las caras y escuchar las voces de los demás. Necesitamos reír juntos y llorar juntos y sentarnos juntos en silencio. Fuimos hechos para la conexión, para sentarnos hombro con hombro, para llevarnos unos a otros y caminar juntos. La gente es genial. Y nos necesitamos unos a otros y tenemos mucho que aprender unos de otros. Y como que lo había olvidado, porque no había estado con muchos durante tanto tiempo. La hospitalidad es el antídoto contra el aislamiento, y la necesitamos. Lo necesito. Todos los barrios, pueblos y manzanas lo necesitan. Y cada uno de nosotros puede ser parte de ello”.
2.- Cambia la ira y el resentimiento por esperanza y gratitud
“Ha habido tramos en los últimos dos años cuando necesité una carretilla o incluso un camión para transportar toda la ira y el resentimiento que tenía —dijo—. Era una de las actividades centrales de mis días, simplemente mantener esa ira y resentimiento vivos y encendidos, atendiéndolos como un fuego. Pero en cierto momento, toda esa ira fue como un montón de basura en medio del piso de nuestro departamento. La práctica de la gratitud mantiene nuestros corazones tiernos durante la noche en lugar de permitir que la amargura y el cinismo se apoderen de nosotros. Elegir ver lo bueno justo en medio de la oscuridad y la pérdida es una disciplina, y estoy descubriendo que cambia la vida”.
3.- Busca la belleza
“Creo en buscar la belleza absolutamente cada oportunidad que tengamos, como un acto de oración, como un acto de adoración, como un acto de resistencia. Yo creo en salirnos de nuestro camino si eso significa llegar a ver el agua o las montañas o el cielo veteado de colores. Creo en asistir a la puesta de sol de la misma manera que algunas personas compran entradas para el teatro”, aseguró.
“Las personas que más admiro son las que se toman en serio las celebraciones y la memoria —manifestó—. En mi mejor momento, eso es lo que soy: una creadora de momentos, una observadora y una persona que celebra las pequeñas bondades de nuestras vidas”.
“Siempre que sea posible, apártese de su camino durante unos minutos y respire profundamente en algún lugar hermoso; ya sea un claro del bosque o una panadería francesa o un camino a través de una pradera o una calle adoquinada. Toma el camino largo a veces, deleitándote con el descubrimiento de la belleza, observando todo lo que puedas; cómo huele y la inclinación de la luz”.
4.- Ser un principiante
“Después de mudarnos a Manhattan, la cantidad de cosas que no sabíamos era abrumadora; todo, desde encontrar el metro hasta comprar comestibles y cómo llegar a la escuela. Noté que las preguntas de mis hijos comenzaron a cambiar de ‘¿Cómo hago esto o aquello?’ a ‘¿He cometido demasiados errores? ¿Soy tonto? ¿Me estoy quedando atrás?’”, recordó.
“Cuando escuché esas nuevas preguntas, supe que necesitábamos una nueva perspectiva sobre lo que estábamos experimentando. Así que escribí la frase ‘Supongo que aún no he aprendido eso’ en papel de impresora y la pegué en la pared de nuestra sala de estar. Los cuatro nos propusimos decir esa frase una vez al día y cambió todo para nosotros. Finalmente, nuestro mantra familiar se convirtió en el título de mi nuevo libro”.
“Esa frase nos dio un lenguaje para lo que significa ser un principiante y un aprendiz, ser curioso en lugar de pensar que estamos fallando porque no sabemos. Trato de caminar por la vida todos los días como un aprendiz, no como un experto, para estar más entusiasmado con las preguntas que con las respuestas. Hay tanta libertad cuando no tienes que ser el experto, cuando no tienes que tener la respuesta y puedes aprender de otras personas. Esa idea ha liberado tanta bondad en mi vida. Descubrí que ser un principiante es una forma tan vivificante de vivir”.
A la hora de solicitarle a Lyubomirsky, durante la entrevista con este medio, qué acciones o pensamientos, a su criterio, pueden conducir a la felicidad, recordó que está realizando “estudios de intervención con estudiantes, niños, miembros de la comunidad, trabajadores, personas deprimidas y pacientes hospitalizados donde estamos relevando la eficacia de cinco estrategias cognitivas y conductuales. Estas son:
1.- Reservar tiempo regularmente para recordar momentos de gratitud, es decir, llevar un diario en el que uno cuenta sus logros o escribe cartas de agradecimiento
2.- Participar en un pensamiento autorregulado y positivo sobre uno mismo. Reflexionar, escribir y hablar sobre los eventos más felices e infelices de la vida o las metas para el futuro
3.- Practicar el altruismo y la bondad
4.- Afirmar los propios valores más importantes
5.- Saborear experiencias positivas (usar los cinco sentidos para disfrutar de los momentos diarios)
Algunos investigadores hay dicho también desde la ciencia que practicar la bondad con uno mismo nos mantiene más felices. Muchas personas son buenas para ser amables con los demás, pero dejarán de ser amables consigo mismas. La ciencia dice que ser amable con uno mismo es bueno para la salud mental. Los psicólogos de Inglaterra llevaron a cabo un estudio examinando escáneres cerebrales de más de mil personas que practicaban la bondad. Descubrieron que cuando uno es amable consigo mismo, ciertas regiones del cerebro se iluminan como un árbol de Navidad, como si recibieras amabilidad de los demás o brindaras amabilidad a otra persona.
El consejo práctico que dan los psicólogos es prestar atención a tu voz interior. ¿Te hablas a ti mismo de manera hostil y grosera o de manera amistosa? El punto es que el diálogo interno negativo que es crítico puede afectar su bienestar físico y mental como si viniera de una fuente externa crítica y crítica.
Como dijo a Infobae, el biólogo molecular y divulgador científico Estanislao Bachrach poniendo un ejemplo práctico: “Si yo me asusto con algo y empiezo a pensar ‘mi jefe me va a echar, mi jefe no me quiere, en esta empresa no sirvo para nada y voy a ser un fracasado’, todos esos pensamientos sostienen el miedo en el tiempo y pueden elevar la intensidad de ese miedo. Relaciona las emociones con los pensamientos. Eso que pensás es eso que vas a sentir. Es decir, no es que la emoción surge sola, sino que está empujada, gatillada, por la forma de pensar”.
Según Bachrach, “cuando ya se detectaron los pensamientos, ahora hay que cambiarlos porque si se sigue pensando ‘me van a echar’, ‘nunca me informan’, se sigue estando con miedo. Esa es la parte más difícil, que sería como jugar al tenis o tocar el piano, ahora hay que entrenarse para ir cambiando un pensamiento por otro”.
Luego también reducir la velocidad en la vida cotidiana ayuda a apaciguar la mente y se vincula también con la búsqueda de la belleza, indicada por Niequist.
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En tiempos de crisis, puede parecer que cada situación es una emergencia, y la decisión de acelerar las cosas puede generar más caos y confusión. Cuando las personas se ven arrastradas por un vórtice de toma de decisiones urgentes e impulsivas sin ralentizar las cosas, a menudo las cosas empeoran, no mejoran. En un estudio de 2012, investigadores encontraron que las personas que mostraban paciencia progresaban más hacia sus metas y estaban más satisfechas cuando las alcanzaban (particularmente si esas metas eran difíciles) en comparación con las personas menos pacientes.
Otra investigación también encontró que las personas pacientes tienden a experimentar menos depresión y emociones negativas y pueden afrontar mejor las situaciones estresantes. Además, sienten más gratitud, más conexión con los demás y experimentan una mayor sensación de abundancia.
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