Por Karin Silvina Hiebaum
Corresponsal Internacional
Dificilmente podemos dar con un término que de cobijo a un mayor número de doctrinas o filosofías que el de liberalismo. Por liberalismo podemos entender, bien una tradición política, que se remonta más allá de la propia aparición del término y adopta su forma actual en los siglos XVII y XVIII; una filosofía política, que encuentra su componente identitario en el entronamiento de la libertad individual como valor superior, tiene en la libertad de pesamiento su manifestación primaria y exige una justificación racional de cualquier restricción de la libertad; o, por último, el liberalismo puede hacer referencia a una filosofía general comprehensiva de una teoría de los valores y una concepción antropológica, moral y política. En este último ámbito habría que ubicar las aportaciones de Hayek a la teoría comprehensiva de la acción humana, o praxeología, en la que se conectan epistemología, psicología, economía, ética, derecho y política.
Existe una relación fundamental entre los ideales liberales de libertad de conciencia y libertad de expresión y el alcance de la razón humana. Si en un principio es la confianza en la razón para hacerse con la verdad, o incluso la capacidad de ésta para imponerse en una discusión libre, lo que justifica la libertad de participar a todos los propios pensamientos, con posterioridad es la propia falibilidad humana la que justifica que nuestras creencias estén siempre sometidas a escrutinio público.
El liberalismo de Hayek entronca con la tradición liberal anglosajona y, en especial, con la Ilustración escocesa (Mandeville, Hume, Smith)4, que no deja de ser una ilustración heterodoxa5, con fuertes tendencias antirracionalistas (casi post- ilustrados); muy distante, en todo caso, de aquello que Hayek denominó como “constructivismo racionalista”. Bajo esa denominación Hayek identifica una concepción deductiva de la razón (ilustrada) que está en la base de la intevención política en la generación y redefinición de los órdenes sociales. Hayek, por el contrario, sostiene una concepción restringida de la racionalidad que determina los límites del conocimiento. Hasta el punto de que sus teorías económicas y filosóficas son un intento de gestionar del mejor modo posible la ignorancia human. La constatación de estos límites le lleva a reconocer la relevancia de las reglas sociales en la orientación de la acción humana, así como la idoneidad del mercado, para la maximización de su rendimiento desde una perspectiva epistemológica. Puede decirse, entonces, que el liberalismo hayekiano descansa en una concepción del conocimiento humano y sus potencialidades en una sociedad libre. La teoría del conocimiento de Hayek, latente en toda su producción científica (es algo así como el contexto de descubrimiento), tiene su punto de partida en el texto que el filósofo vienés dedicó a la psicología teórica titulado The Sensory Order. Aunque fue desarrollada con posterioridad en diversos trabajos6, los postulados básicos no sufrieron variaciones significativas.
La importancia de The Sensory Order en el desarrollo posterior de las teorías económicas y sociales de Hayek es subrayada unanimemente por sus comentaristas y discípulos7. Aunque su publicación no tiene lugar hasta 1952, el núcleo fundamental de la obra lo constituye el trabajo que un jovencísimo Hayek, con apenas veinte años,realizara en 1920 tras una estancia en la Universidad de Zurich8. Para decepción de su autor, el libro fue casi completamente ignorado tras su publicación por los especialistas y no ha sido hasta tiempos recientes, medio siglo más tarde, que las ideas que contiene han merecido cierta atención; quizás por la relevancia de la obra en el corpus teórico de Hayek. En todo caso, y a pesar de que algunas de sus planteamientos sobre la mente y la percepción humanas han sido superados por la moderna neurofisiología9, se han atribuido diversos logros a estos trabajos de Hayek, algunos de los cuales son considerados pioneros (siquiera como intuiciones muy primarias) en diversos campos científicos10.
La teoría del conocimiento de Hayek es una teoría acerca de los límites de la razón humana. En un argumento similar al de las formas de vida de Wittgenstein, Hayek sostiene que, aunque en última instancia los fenómenos mentales son procesos físicos, la explicación de cómo alcanzamos una disposición particular es lógicamente imposible porque para ello deberíamos estar dotados de un instrumento más sofisticado que el propio cerebro11. Del mismo modo que no podemos saltar por encima de las formas de vida, cualquier explicación que intentemos proporcionar acerca de cómo funciona la mente debemos hacerla desde la comprensión que la propia mente proporciona de su funcionamiento. No obstante, el propio conocimiento de la mente por otras mentes puede proporcionar cierto grado de comprensión, incluso cierto grado de predicción, de los resultados a los que conducen determinados procesos mentales en determinadas circuntancias, presupuesto cierto grado de uniformidad de la mente humana, condición necesaria de la posibilidad de interacción social significativa12.
Conforme a la teoría tradicional, la experiencia comienza con la percepción de datos sensoriales que poseen propiedades constantes que, a su vez, son el reflejo de los atributos correspondientes en los objetos externos que percibimos o están directamente relacionados con ellos. Estos datos sensoriales, serían “la materia prima que la mente acumula y aprende a ordenar de distintas maneras”13. Hayek, rechaza esta construcción y sostiene una postura que emparenta con el conexionismo. Para el conexionismo, el pensamiento y la memoria emplean, al menos potencialmente y en función de la fuerza de los impulsos interneuronales, el cerebro en su totalidad. Ambos, pensamiento y memoria son procesos neuronales indistinguibles que constituyen, simultáneamente, una adaptación al mundo externo y su comprensión. La mente no es un almacen de datos correspondientes a otras tantas propiedades de los objetos en el mundo físico, sino que ella misma genera el orden (sensorial) en el que vivimos, esto es, no es posible distinguir entre percepciones sensoriales de ciertas propiedades (sensaciones) y las operaciones que sobre esos datos realiza la mente para alcanzar un entendimiento del mundo fenoménico14.
Las propiedades o cualidades sensoriales están, por tanto, determinadas por las respuestas neurológicas del sistema como un todo (o de, al menos, una gran cantidad de procesamientos paralelos), de manera que la significación de cada estímulo es el producto de su relación con otros estímulos. La actividad mental forma un sistema de conexiones (categorías), con diferentes grados de abstracción, que registra la frecuencia con que diferentes estímulos o conjunto de estímulos han actuado conjuntamente en el organismo y éstos, a su vez, evocan otros impulsos con los que han coexistido en el pasado en condiciones normales. La frecuencia y la identidad total o parcial de los elementos de estas secuencias determina las diferentes formas de clasificación. Lo que percibimos, pues, no son propiedades particulares de objetos, sino propiedades que esos objetos comparten con otros objetos, de modo que “los atributos característicos de las cualidades sensoriales (…) consisten en respuestas diferenciadas del organismo”15. La percepción sensorial es necesariamente abstracta y selectiva16. Esto lleva a Hayek a afirmar que toda percepción es una interpretación, es “la ubicación de algo dentro de una o varias clases de objetos”, siendo así que “[u]n hecho de un tipo completamente novedoso que no ha tenido lugar nuncan antes, y que genera impulsos que llegan al cerebro por primera vez, en absoluto podría ser percibido”17. La inteligibilidad de la información descansa en que ésta pueda tener encaje en lo ya existente, del mismo modo que resulta imposible entender el significado de una palabra sin hacer referencia a otras que ya dominamos.
La mente, por tanto, es un constante proceso de clasificación18 y reclasificación de estímulos y del mundo externo. No es que la mente construya interpretaciones del mundo, ella misma es la interpretación de la realidad (de ahí la imposibilidad de observarla como un mero dato sensorial). Analizar en detalle cómo opera la mente las clasificaciones de estímulos para ser transformados en un orden mental19 es algo que excede el propósito de este ejercicio. Hayek sostiene que la mente, en tanto que proceso de clasificación, incorpora categorías en sentido kantiano, esto es, son condición de posibilidad del conocimiento y lo determinan. Ahora bien, a diferencia de Kant, estas categorías no tienen una naturaleza transcendente, ni constituyen una parte permanente de la estructura física de la mente; son el producto –la mente misma lo es- de un proceso evolutivo20. Este es el punto esencial. La concepción de la mente como un proceso evolutivo de continua clasificación y reclasificación de las categorías que posibilitan y determinan el conocimiento (orden sensorial) con el que los organismos –los individuos- se enfrentan al mundo resulta determinante en el desarrollo de toda la filosofía posterior de Hayek21. Como afirma en algún momento, las operaciones de los sentidos y el intelecto, en tanto que operaciones de clasificación realizadas por el sistema nervioso central son parte del mismo proceso continuo por el cual “el microcosmos del cerebro se aproxima a una reproducción del macrocosmos del mundo externo.
Por Karin Hiebaum
Profesora universitaria,
psicóloga y corresponsal en Europa
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