Antes de comenzar con nuestra primera parte de nota con el respetado periodista Dr. Carlos Campolongo, hablábamos sobre “la situación actual de la comunicación en Argentina y los roles políticos”
Los medios de comunicación atraviesan una profunda crisis: global, porque la difusión de las nuevas tecnologías afecta a la prensa tradicional; regional, porque el ascenso de líderes de izquierda en América Latina tensionó la relación con los medios más cercanos al establishment; y en el caso de Argentina, local, por el conflicto entre el gobierno y el Grupo Clarín y la sanción de una ley regulatoria. Pese a ello, los medios de comunicación siguen siendo uno de los actores más valorados por la sociedad y un espacio crucial para la política.
Los medios de comunicación se encuentran a la cabeza de los rankings de confianza en diversas instituciones, superados solo por la Iglesia católica y muy por arriba del gobierno, la empresa privada, la policía o los sindicatos. Sin embargo, atraviesan una etapa de crisis profunda. La crisis es, en primer lugar, tecnológica, pues la irrupción de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (de internet a las tabletas y los celulares inteligentes, de Twitter a los portales de noticias) está cambiando a toda velocidad la forma en que se conciben los medios, su relación con el público y los procesos de construcción de la noticia. La crisis es también ideológica, pues el ascenso de líderes de izquierda al gobierno de varios países de la región generó tensiones inéditas en la relación con los medios de comunicación, que se explican tanto por conflictos de intereses como por la voluntad de estos gobiernos de regular (y en algunos casos controlar) a la prensa. Este escenario complejo tiene en Argentina un caso paradigmático, con la batalla entre el kirchnerismo y el Grupo Clarín a raíz de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Agradeciendo la postura de A24 en permitir la LIBRE EXPRESION como sucede en el programa de la gran Conductora Viviana Canosa.
Agregando al aporte de Carlos Campolongo:
Crisis global
Aunque todavía está lejos de ser total (se calcula que en 2012 navegaron en internet unos 2.800 millones de personas, lo que equivale a uno de cada 2,5 habitantes del planeta1), la digitalización avanza: la extensión de las conexiones hogareñas de banda ancha, el acceso cada vez más frecuente a Wi-Fi, la proliferación de smartphones, junto con la multiplicación de tabletas y la creciente penetración de las redes sociales, que funcionan como plataformas de entretenimiento y encuentro, pero también como usinas y cajas de resonancia informativas, están cambiando aceleradamente el ecosistema informacional y están empujando a los medios tradicionales a una crisis sistémica.
El impacto es diferente según de qué tipo de medio se trate. Acosada por la triple presión de la competencia con la web (en muchos casos, con sus propios sitios), el auge de los periódicos gratuitos y la crisis económica mundial, la prensa gráfica sufre esta situación más que cualquier otro sector. Contribuyen también otros fenómenos, como la «crisis de la ciudad», en el sentido de la degradación del espacio público y la convivencia ciudadana, que afecta a un tipo de medio cuya existencia está irremediablemente atada a ese espacio y a la vida urbana.
Los datos, en todo caso, son elocuentes. Entre 2003 y 2010, la venta de periódicos impresos pagos disminuyó en el mundo 8,1%2. La facturación por publicidad en los diarios de Estados Unidos fue en 2012 de 24.000 millones de dólares, contra 49.400 millones en 2005. Periódicos emblemáticos, como The New York Sun o el Christian Science Monitor, han cerrado o eliminado su versión en papel. En Argentina, Clarín, que vendía 411.000 ejemplares en promedio en 2004, hoy vende 290.2433.
Pero la crisis no afecta solo al papel. A su modo, la televisión abierta también sufre la competencia del cable y, cada vez más, de internet (las «puebladas digitales» contra el cierre de sitios como Cuevana y Megaupload demuestran que cada vez más gente mira series y películas a través de la web). En Argentina, el encendido televisivo promedio acumulado entre los cinco canales de aire con sede en la ciudad de Buenos Aires fue el año pasado de 30,8 puntos de rating, el más bajo de los últimos ocho años4.
El lento pero persistente declive de los medios tradicionales y el explosivo crecimiento de los nuevos están cambiando el modo en que circula la materia prima de los medios, la información, que ya no se presenta, como antes, en unidades cerradas (diarios, cables de agencia, noticieros de radio y televisión), sino en formatos cada vez más abiertos. Hoy es imposible controlar del todo la circulación de la información. El «sistema wiki» –trabajo colectivo para llegar a un resultado siempre inacabado– se aplica en buena medida a las noticias, que fluyen y se van enriqueciendo o corrigiendo a lo largo del día con comentarios, fotos, discusiones…
En La explosión del periodismo5, Ignacio Ramonet sostiene que si antes la información se producía siguiendo el modelo fordista típico de la sociedad industrial (el producto se entregaba cerrado y listo para consumir), hoy asume la forma de un work in progress en constante evolución, un proceso dinámico y en buena medida colaborativo, más abierto y horizontal que en el pasado. Esto ha contribuido a debilitar el rol del periodismo como único generador de información, y esta se ha desmonopolizado a favor de internautas, blogueros, ciudadanos que pasaban por ahí con un teléfono con cámara, etc.
De todos modos, conviene tener cuidado con los ideales de horizontalidad total y ciudadanización del periodismo. La idea de que todos pueden ser periodistas es opinable, porque el periodismo implica el manejo de una serie de técnicas y, en algunos casos, saberes que el resto de los ciudadanos no las posee. Bien ejercido, el periodismo no solo transmite noticias, sino que también las contextualiza, las ubica en un marco histórico o social determinado y ofrece, en fin, las claves para entenderlas.
Sobre Carlos Campolongo
Carlos Manuel Campolongo (Buenos Aires, 13 de julio de 1947) es un periodista, abogado, psicólogo y docente universitario argentino.
Realizó sus estudios primarios y secundarios en el colegio Cardenal Newman de Buenos Aires, donde se graduó como bachiller a mediados de los años 1960. Luego se formó como periodista y durante las décadas de 1970 y 1980 trabajó en medios como Canal 9, Canal 11 y ATC,1 como columnista de noticieros. Militante sindical junto a otras personalidades de la televisión, como la actriz Irma Roy y el periodista Osvaldo Papaleo.2 También es extensa su trayectoria radial, en emisoras como Belgrano, Splendid, entre otras.
Obtuvo su diploma en Derecho en la Universidad del Salvador y posteriormente se graduó en la carrera de Psicología en la Universidad de Buenos Aires. Profesor de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), donde ejerce como profesor titular de las materias Planificación de la Actividad Periodística I y II.
Como docente, ha trabajado en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, la UCES y TEA. Además es director de la carrera de marketing en la Universidad Argentina John F. Kennedy.
En 2000 fue elegido legislador en la ciudad de Buenos Aires por el partido PAIS, el mismo que llevó a Irma Roy a su banca de diputada nacional. En las elecciones para Jefe de Gobierno de 2003, fue director de la campaña de Aníbal Ibarra,4 quien resultó elegido.
Fue presidente del Ente Regulador de Servicios Públicos de la Ciudad de Buenos AIres.
Fue asesor, junto a Eliseo Verón y otros, de Eduardo Duhalde como pre-candidato presidencial para las elecciones de 2011, aunque finalmente apoyó al otro candidato del Peronismo Federal, Alberto Rodríguez Saá, acompañándolo en la lista como candidato a diputado porteño.7
En abril de 2018, Luis Barrionuevo interventor del Partido Justicialista Nacional lo nombró vicepresidente primero, cargo que ocupó hasta el 2 de agosto del mismo año
De acuerdo a la nota realizada por el diario local “Noticia Urbanas” , el periodista afirma: “Como peronista, ni Alberto, ni CFK me convencen”
Compartimos la nota con el Link: https://www.noticiasurbanas.com.ar/noticias/campolongo-como-peronista-ni-alberto-ni-cristina-me-convencen/
Desde su rol como psicoanalista, ¿usted cree que, a nivel emocional y psíquico, se ha terminado la pandemia en nuestro país?
Desde lo biológico, se puede interpretar que no ha terminado o que nunca ha existido. Es una discusión que se esclarecerá en el futuro. No me considero conspiranoico, ni soy antivacunas, pero me resisto a creer que el virus tiene un origen natural. Siento que se vincula con intereses de ciertos sectores como son, por ejemplo, los laboratorios. Ahora, desde el punto de vista psíquico, estoy seguro de que la pandemia continúa, porque ha dejado vestigios de todo tipo. Y el problema es que nunca fueron considerados por el Gobierno Nacional. Dos o tres meses después de que se haya declarado la pandemia, yo sostuve públicamente que era necesario que existiera un equipo de expertos para lidiar con estos temas y desarrollar políticas públicas al respecto. Recién, un año después, se incorporó a una psicoanalista y médica psiquiátrica a la mesa de trabajo del Gobierno. Lamentablemente, la convocaron para muy pocas reuniones y no hicieron un trabajo denso sobre el tema.
¿Cree que esas consecuencias negativas fueron profundizadas por la longitud de la cuarentena? ¿Y qué opina sobre los protocolos de limpieza que dominaron los medios?
Sí, empeoró la situación. La pandemia era sujeto de una ezquizoparanoia porque un día se decía algo y al día siguiente, todo lo contrario. No hubo claridad sobre cómo debía ser la conducción de un problema de excepcionalidad. También, desaparecieron todos los epidemiólogos. Ahí, es donde yo me recuesto para pensar sobre un concepto crucial: el miedo. Conocí muchísimas personas que, cuando volvían de hacer las compras, limpiaban todo con alcohol. Y esto nos habla de cómo se desató un núcleo obsesivo. Todos tenemos un lado obsesivo, pero esta situación lo exacerbó. Y condicionó conductas que, hasta el día de hoy, perduran. Ante el miedo y la incertidumbre, muchas conductas se tornaron violentas en lo defensivo y en lo ofensivo. Yo sigo en la búsqueda de la verdad.
¿Y qué opina sobre las teorías de «control»?
Según teóricos como Michel Foucault, se pasó del disciplinamiento de las sociedades al control. En el disciplinamiento, te sentís libre y a gusto. En el control, hay coacción. Sigo investigando sobre el tema. Siento que el que mejor sintetiza este concepto es el surcoreano Byung-Chul Han, en su libro «Infocracia». Allí, él habla del dominio de la información. Esto lo vemos, por ejemplo, cuando compramos un producto. Estás buscando un lavarropas y, al instante, te empiezan a bombardear con información sobre electrodomésticos. Pero, ya que hablamos de la información, siento que necesito instruirme más sobre el tema. Lo que sí, puedo plantear dos cosas. Primero, que me resisto a denominar «conspiracionismo» a cierta interpretación de los hechos. ¿Por qué? Porque en la política siempre existe una dimensión de lo secreto. Y segundo, que el promedio de las personas no gozamos de dicha información porque también nos derivan agendas que no son pertinentes.
¿Cuál cree que hubiera sido el escenario si Mauricio Macri hubiese ganado?
Está muy instalado, especialmente en el oficialismo, que si Macri hubiera ganado, hubiera sido una catástrofe. Si yo tengo que dar una opinión sobre lo que fue el gobierno de Macri en materia de salud, diría que fue ambiguo, y que se bajó la categoría de un servicio que, en el peronismo con Ramón Carrillo, lograron que sea ejemplar. Carrillo entendió que la salud no era solo lo biológico, sino también lo social. Ahora, decir cómo hubiera sido la pandemia con Macri y… me parece que son más especulaciones que otra cosa. Es contra fáctico. Sería imprudente de mi parte hacer una estimación como si fuese Kreplak.
Y volviendo a lo que sí está ocurriendo, ¿qué opina de la interna dentro del oficialismo? ¿Quién cree que personifica mejor al peronismo? ¿Cristina o Alberto?
Yo, filosóficamente hablando, soy cada día más peronista. Aunque, tengo mis dudas sobre su prolongación. Pero volviendo a tu pregunta… ¿Quién se asemeja más? Ninguno. En el caso de Alberto, porque, como lo demuestra su biografía política, es un operador político. Estuvo con Alfonsín y con Menem, en puestos de, podríamos decir, segundo nivel y también, de primer nivel. Cuando fue legislador conmigo, entró por el cavallismo. Muchas veces, él ha venido a mi oficina y hemos conversado. Él no tiene una formación política profunda. En este sentido, con todo respeto, lo definiría como oportunista político. En el caso de Cristina, pretende ser una dogmática. Esto se alimenta con las ideas de Laclau, que revisa la teoría política de «amigo-enemigo» de Carl Schmitt con el objetivo de expandir la democracia, pero termina cayendo en un totalitarismo que, a su vez, está a la vuelta de la esquina de la autocracia. Ambos sostienen que la política es un momento de excepcionalidad. Se habla de los consensos, pero a los dos minutos se pasa al decisionismo. ¿Y qué es el decisionismo? En palabras de Luis XIV: «El Estado soy yo». Y esta es una tentación en la que muchas veces ha caído el peronismo. Perón, cuando vuelve en 1973, vuelve habiendo entendido que los tiempos cambian. Tenía una capacidad de adaptación política maravillosa. Y por ahí pasa el asunto. Ni Alberto, ni Cristina me conforman. Tendrían que liberarse de las pulsiones destructivas.
¿Cree que el peronismo es inherente a la política argentina?
Hay cierta idiosincrasia con respecto al peronismo. Hay un viejo chiste en donde le preguntan a Perón cómo está dividido el electorado, pero nunca menciona a los peronistas. Cuando le preguntan sobre esto, él contesta: «Peronistas son todos». Yo creo que es imborrable de la memoria colectiva de la Argentina. No se puede volver al Pre-Peronismo. Y eso que hubieron muchos intentos y con mucha sangre. Esta característica mantiene la pendularidad de nuestra política y le pone límites a los extremos, ya sean de derecha o de izquierda. Hay una búsqueda de cierta estabilidad y más después de todas las crisis que estamos atravesando.
En ese sentido, ¿qué opina de Javier Milei? ¿Ve factible que gane la presidencia el año que viene?
Sí, puede llegar a ser Presidente. No me animaría a decir que no. Ya vimos los casos de Bolsonaro y de Trump, que tienen mecanismos comunicativos muy similares. Podríamos llamarlos, con tantas palabras fetiches que hay, «Populismo de Derecha». De todas formas, creo que Milei responde más a un fenómeno de insatisfacción con el establishment político. Creo que tiene que ver con algo más psicosocial, que estrictamente político. Cuando conversás con las personas que simpatizan con las ideas de Javier, ves que no saben muy bien de qué se trata.
Su colega, Viviana Canosa, estuvo en la Feria del Libro con Javier Milei. En un momento determinado, Canosa dijo que «las mujeres no somos víctimas». ¿Qué piensa que quiso decir?
Yo sé perfectamente lo controversial que es la personalidad de Viviana. Pasa que, en lo personal, yo le tengo mucho cariño. Cuando yo fui censurado, hace tres años en Canal Nueve, se ha portado, desde el punto de vista del compañerismo, muy fraternalmente y peleó para que me levantaran. Más allá de eso, obviamente que no estoy siempre de acuerdo con ella. Muchas veces hasta lo hacemos público. Yo creo que el espíritu de lo que dijo se vincula con ir en contra de un discurso bastante dominante de cierto tipo de ideología de género. Un tipo de ideología que no hace una buena lectura de lo que fue la evolución del humano. Creen que siempre existió el patriarcado y eso no es así. Tampoco creo en las exageraciones. Creo que lo que Viviana quiere transmitir es que no hay que demonizar a todos los hombres. Te lo dice alguien que, durante los trece años que estuve casado, dividía las tareas con mi mujer que además era médica. Y nadie niega que los crímenes, abusos y ataques contra las mujeres deben ser condenados. Me preocupa mucho y, especialmente, desde el punto de vista psíquico. Estamos viendo tipos de violencia como nunca antes. Desde un tipo que acuchilla a una mujer en una confitería hasta casos aún más crueles.
AUDIO DE LA NOTA GRABADA A CARLOS CAMPOLONGO
Conclusión:
Crisis argentina
La crisis entre el gobierno kirchnerista y un sector de los medios de comunicación, en particular el Grupo Clarín, alcanzó una intensidad solo comparable a los conflictos vividos en su momento en Venezuela. Esta crisis tuvo como hito la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, aprobada por el Congreso en octubre de 2009 con un amplio apoyo político, incluyendo a una parte de la oposición, y luego de un trámite abierto y participativo.
Por su sesgo antimonopólico, el aliento a la participación de actores no empresariales y las razonables regulaciones vinculadas a la publicidad y los horarios, la norma se inscribe en la tradición de las leyes regulatorias democráticas, como se han encargado de subrayar organismos insospechados de parcialidad política, como la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA). La ley establece máximos a la cantidad de licencias que puede controlar una misma empresa, regulaciones cruzadas entre la televisión de aire, la de cable y la radio y la propiedad de sistemas de provisión de televisión por cable, así como la TV satelital.
Impulsada desde hace décadas por un grupo de organizaciones de la sociedad civil y elaborada tras un largo raid de consultas y foros de debate, la norma generó una discusión pública inédita sobre el rol de los medios, sus intereses y la profesión del periodismo. Es notable que no haya sucedido antes, pues desde la recuperación democrática la sociedad argentina había debatido el papel de un amplio abanico de actores políticos y corporativos: las Fuerzas Armadas, los sindicatos, incluso la Iglesia, institución que forma parte de las creencias más íntimas de las personas. De todos ellos se discutió su rol histórico, en particular durante la dictadura, las condiciones de su funcionamiento actual, sus intereses y prejuicios. Algunos (los militares) sufrieron reformas radicales; otros (la Iglesia, los sindicatos) no, pero todos tuvieron que enfrentar en algún momento una fuerte puesta en cuestión. Los medios de comunicación, que no son fábricas de tornillos sino actores sociales con posiciones políticas que afectan la vida pública, venían evitando asombrosamente este tipo de cuestionamientos, hasta que el kirchnerismo decidió impulsar la ley.
Por eso la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual ayudó a desenmascarar los intereses económicos que se esconden detrás de muchas noticias y le quitó al periodismo el estatus de casta sagrada que ostentaba. Los métodos, sin embargo, no siempre fueron limpios: en primer lugar, por el manejo discrecional de la publicidad oficial. Pero el oficialismo, además, les imprimió a los medios públicos un tono por momentos exasperadamente parcial. Quizás la pregunta de fondo sea si es correcto que el gobierno impulse con toda la infraestructura estatal su visión del mundo, o si en verdad debería no solo tolerar el pluralismo de información y opinión (en este sentido, la libertad de prensa es total), sino también alentarlo y sostenerlo con los recursos públicos. Desde el punto de vista de la Realpolitik no hay muchas dudas: en plena tensión con algunos de los grupos mediáticos más importantes del país, parece muy lógico que el oficialismo haga todo lo posible para que prosperen perspectivas alternativas y se consolide un panorama más balanceado. Pero una mirada menos pragmática y más centrada en el largo plazo debería admitir que es necesario preservar cierto grado de diversidad ideológica en el interior del entramado de medios públicos, del mismo modo que es importante establecer reglas claras en el reparto de los recursos del Estado, que no puede estar librado a la discrecionalidad del gobierno de turno.
Y un poco de explicacion sobre la comunicacion desde la pisologia
La importancia de la comunicación radica en que es la forma para tratar de entendernos los unos a los otros. En otras palabras, es la herramienta para relacionarnos, obtener lo que necesitamos o aquello que queremos y para expresar lo que somos.
Así que comunicar no sólo tiene que ver con la relación entre las personas, sino también con la interacción entre empresas o transmitir valores e información de manera correcta.
Las personas que poseen habilidades sociales normalmente tienen la capacidad de crear relaciones y construir una red de contactos para ser utilizada cuando sea preciso. Especialmente, tienden a rodearse de muchas otras personas, lo que potencia la importancia de la comunicación.
Para que exista una comunicación efectiva, se requiere adaptabilidad. Cada personalidad requiere un estilo diferente, una gestualidad determinada o un lenguaje propio así que tus estrategias también deben ir cambiando.
Tampoco existen reglas generales ya que lo más importante en el proceso de comunicar es ser uno mismo, tener empatía con tu interlocutor y tener en cuenta los distintos componentes que intervienen en el proceso comunicacional como la conducta, conocimiento, los aspectos culturales, los valores, etc. Veamos algunos de ellos:
Componentes de conducta:
- No verbales: Expresión facial, la mirada, postura, sonrisas, orientación, gestos y movimientos, distancia y/o contacto físico y apariencia personal.
- Verbales: El contenido, las preguntas, el humor, las respuestas a las preguntas o en su defecto la personalización de la información.
- Paraverbales: No constituyen el mensaje que se está expresando, pero lo condiciona: El volumen de la voz, timbre el tono, la velocidad, fluidez verbal, la claridad, duración de la intervención el manejo de las pausas y/o silencios.
Componentes Cognitivos:
- Las competencias y expectativas.
- Los constructos personales.
- Las preferencias y valores subjetivos.
- Los sistemas y planes de autorregulación.
Componentes Fisiológicos:
- La frecuencia cardíaca y la presión sanguínea.
- Las glándulas sudoríparas.
- El flujo sanguíneo.
- La actividad muscular y la frecuencia respiratoria.