El día de ayer, el pueblo colombiano acudió a las urnas y manifestó su necesidad de cambio. En el balotaje, el próximo 19 de junio, competirán Gustavo Petro, quien obtuvo 40,32% de los votos en primera vuelta, y Rodolfo Hernández, que tuvo el 28,15%.
Petro es un candidato de extrema izquierda, aunque quiera publicitarse como progresista. Fue guerrillero del M-19 en su juventud. Es abiertamente antisistema. Quiere acabar con las concesiones petroleras e implementar programas sociales impagables. Además, son conocidas sus defensas del chavismo. Petro es el abismo.
Por otra parte, está Rodolfo Hernández, el outsider de la elección. Hernández fue alcalde de una pequeña ciudad al noreste de Colombia, Bucaramanga. Es, según los analistas colombianos, un representante del antiestablishment de derecha, un derechista antiuribista. De hecho, se ha pasado toda la elección atacando a los empresarios que han rodeado a los gobiernos uribistas. Sobre su populismo, como ejemplo, ha prometido vender el avión presidencial o despedir a la mitad de trabajadores del palacio de gobierno. Sin embargo, Hernández encarna al capitalismo popular. De familia clase mediera, se hizo realmente rico trabajando en el rubro de la construcción. Con esa base entra a la política.
Hernández ha capturado votos que la derecha uribista ha perdido por desgaste. El candidato del centro democrático, Federico Gutiérrez, venía segundo en las encuestas por más de medio año. Ayer tuvo el 23,31% de los votos. Al saberse tercero, apoyó rápidamente a Hernández. La derecha se unió en el acto. El candidato en cuarto puesto, Sergio Fajardo del Centro Esperanza (una analogía con el Partido Morado no es trasnochada), que sacó casi 5% de los votos, aún no anuncia su endose. Pero lo más probable es que sea por Hernández, ya que durante la primera vuelta incluso tantearon una alianza.
Hecha las cuentas, será una segunda vuelta reñida. En las que un candidato de izquierda radical y un derechista antiestablishment medirán fuerzas.
Esta elección podría significar un parón ante el giro a la izquierda en la región. Con las recientes elecciones en Argentina, México, Bolivia, Chile, Perú (sumémosle la probable elección de Lula en Brasil a finales de año), entre otras, Latinoamérica entró en un bucle de autodestrucción.
Desde hace un par de años, se preveía una victoria de Petro en Colombia. El resultado de esta primera vuelta les devuelve la esperanza a los demócratas colombianos. Hernández tiene muchas más chances de alcanzar la victoria que el desgastado uribismo. Esta segunda vuelta ya no será entre el uribismo y el antiuribismo, sino entre el petrismo y el antipetrismo.
Finalmente, desde este espacio, le recomendamos Hernández que estudie las recientes segundas vueltas en Perú y Ecuador. La primera es un ejemplo de cómo no entregarle tu país a la izquierda autoritaria, la segunda una muestra de cómo realizando las alianzas correctas y proyectando un mensaje de unión se puede desplazar al chavismo del poder.