Me sumo a la comunidad de quienes, en este día, se identifican con la búsqueda de una verdad pública. Con la significación de lo que libera como evidencia. Con la llamada de alegría que irrumpe cuando los dueños de todo son desenmascarados. Con la recuperación de una pequeña huella, que nos señala cómo seguir la ruta de un conocimiento obturado. Nota de Jorge Elbaum
Abrazo a los que comunican aquello que libera de la oscuridad. A los comunicadores que se resisten a ser miserables poleas de transmisión de lxs privilegiadxs. A los que desafían a las corporaciones su transa de dádivas, su sobre contaminado, su maquillada exhibición vedética.
Me sumo a aquellxs que se saben milicianos de sueños a ser construidos, en esta Patria irredenta, donde vimos pelear a Mariano Moreno contra los padres putativos de una oligarquía dañina, activa y todavía presente.
Comulgo con quienes no se resignan –mientras escriben, opinan o investigan– a que se debe insistir en tejer una Latinoamérica unida y un territorio humano más Justo, pacífico y bello. Saludo a quienes se asumen como trabajadores junto al pueblo, sin grandilocuencias ni narcisismos.
Pero excluyo de este agasajo a esa porción de comerciantes del discurso que se adecúan a los mohines de los poderosos: que les sirven con fruición en las oficinas contaminadas donde se planifican las demonizaciones y se inician persecuciones contra quienes se les revelan.
Festejo hoy, únicamente, con quienes renuncian a ser intelectuales orgánicos de los prepotentes e insensibles. Celebro cerca de quienes no se sienten parientes de lxs canallas reproductores del discurso lobotomizador del neoliberalismo.
Abrazo solo a aquellos que están del lado del amor a los humildes y escriben, piensan y relatan el texto de la liberación. Transito esta fecha con quienes saben que la verdad, sin ingenuidad, se milita. Sobre todo porque comprenden el auténtico motivo por el que asesinaron a Rodolfo.
Me abrazo con quienes hoy recuerdan a mis hermanos mayores, lxs periodistas desaparecidxs, y recogen su testigo para ubicarse en las antípodas de las operaciones de prensa revestidas de show mediático.
En el marco de esa herencia, me sumo únicamente a quienes saben que las convicciones de un comunicador íntegro no pueden ponerse en venta. Eso exige, necesariamente, detectar dónde reside el poder del egoísmo supremo para señalarlo, exhibirlo y desenmascararlo.
La tarea del periodismo exige detectar quiénes son los titulares de la depredación y del control de las conciencias: anotar las patentes de sus titulares, sus cómplices, sus testaferros y sus monigotes televisivos. Exige saber cuáles son sus maquillajes y dónde se organizan las distribuciones de sus sobres.
Sólo me abrazo a los que son la expresión del coraje. Que asumen el riesgo que supone desnudar las vísceras oscuras de la dominación.
El resto que festejen, embelesados, con sus patrones, en las poltronas acomodaticias de la mezquindad y la imagen sucia que les devuelve un espejo manchado: nada que festejar con ellxs. Son refractarios de lxs humildes. Se oponen a las formas más accesibles de la equidad y la verdad. Son mis enemigos.
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Jorge Elbaum