Brasil decide mañana entre derecha e izquierda

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Las elecciones del domingo en Brasil definirán la futura relación del país con América Latina y el mundo y enfrentan a dos modelos claramente opuestos: la derecha de Jair Bolsonaro y la «izquierda rosa» de Luiz Inácio Lula da Silva.

Las diferencias entre el gobernante que aspira a la reelección y el exmandatario que pretende volver al poder también se reflejan en la política exterior del país, guiada durante los últimos cuatro años por una agenda ultraconservadora y ahora enfrentada a la ola progresista que ha recobrado espacios en América Latina.

Pero ese panorama puede cambiar. Todas las encuestas consideran favorito a Lula, con una intención de voto en torno al 45 %, frente al 30 % que obtendría Bolsonaro.

La estela de Donald Trump

Al comenzar su gestión, en 2019, Bolsonaro alineó a Brasil con los Estados Unidos de Donald Trump, pero tomó distancia desde 2021, cuando asumió Joe Biden, cuya victoria solo reconoció un mes después de las elecciones.

También se alejó de la Unión Europea (UE), que protesta por sus agresivas políticas para la Amazonía, al punto de que eso mantiene estancado el proceso de ratificación del acuerdo que el bloque comunitario y el Mercosur anunciaron en 2019, tras dos décadas de negociaciones.

Asimismo, creó fricciones con China y mantuvo una participación casi testimonial en el foro BRICS, que Brasil integra con el gigante asiático, Rusia, India y Suráfrica.

América Latina pasó a un segundo plano. Desde enero de 2019, Bolsonaro solo viajó a Chile y Argentina, cuando gobernaba la derecha, y visitó Ecuador para la investidura de Guillermo Lasso, y Uruguay, para la toma de posesión de Luis Lacalle Pou.

En su campaña, ha descalificado un día sí otro no a los líderes de Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Nicaragua y Cuba, a los que asocia a Lula y al «comunismo» que combate en todos los foros globales.

Sus posiciones fueron elogiadas este mismo mes por Trump, quien aseguró que Bolsonaro fue uno de los mejores socios que encontró para «perseguir a los malos».

También por Steve Bannon, fundador de un movimiento global de la ultraderecha, que tiene como coordinador para Latinoamérica al diputado Eduardo Bolsonaro, uno de los hijos del mandatario.

Las de Brasil «son las elecciones más importantes, intensas y dramáticas del siglo XXI» para la «nueva derecha internacional», declaró Bannon.

Para Lula, «todo tiempo pasado fue mejor»

Así como promete que Brasil puede volver a vivir la bonanza de la primera década del siglo XX, cuando estaba en el poder, Lula plantea restaurar las bases de la integración latinoamericana.

Su programa de Gobierno propone «defender la integración» de América Latina y el Caribe, «fortalecer» el Mercosur y otros mecanismos, como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Estos dos últimos fueron creados durante su gestión y abandonados por Bolsonaro, pero según Lula deben volver a ser la base de la integración, así como un puente con África y la plataforma para que la región «le hable al mundo con una sola voz».

Con ese fin, en los últimos meses se ha reunido con líderes de la región, como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el argentino Alberto Fernández, el boliviano Luis Arce y la vicepresidente de Colombia, Francia Márquez, entre otros.

Sobre los asuntos más espinosos de la agenda latinoamericana, es esquivo. En relación a Venezuela o Nicaragua, evita ser crítico y se limita a defender la «soberanía de los pueblos», aunque dice que su deseo es «una Latinoamérica cada vez más democrática».

También propone recomponer los puentes con la UE, pero avisa que los términos del acuerdo con el Mercosur deben ser «revisados».

A fines del año pasado, ya adelantó esa posición en una gira que hizo por Europa, donde fue recibido por los presidentes del Gobierno español, Pedro Sánchez, y de Francia, Emmanuel Macron, y por el canciller alemán Olaf Scholz, cuando estaba a punto de sustituir a Angela Merkel.

«Tenemos que volver a hablar con todo el mundo, porque un país como Brasil no puede ser un paria internacional», sostiene.

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