#Opinión | Historia del Fútbol- Por Juan Pablo Bustos Thames

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Está jugándose la Copa Mundial de Fútbol en Qatar, en el juego que despierta pasión en multitudes. ¿Pero de dónde salió este apasionante deporte?

Escudo de “The Football Association” inglesa

¿Cómo nació el fútbol?

El Fútbol no tuvo un origen exacto y preciso, en la historia. Se fue más bien conformando en el curso del tiempo, hasta adquirir la forma con la que lo conocemos hoy.

Oficialmente, muchos consideran que nació durante la segunda mitad del Siglo XIX con la constitución de “The Football Association”, en Gran Bretaña, que fue la primera entidad del Fútbol asociado en el Mundo.

Sabido es que este deporte fue creado por los ingleses, pero no muchos conocen que sus orígenes se remontan hasta la Antigüedad.

Los orígenes del fútbol en el Oriente:

Los primeros registros que se tienen sobre juegos de pelota en la humanidad se remontan a los Siglos II y III A.C. en la antigua China, bajo la dinastía Han, y se describían en un manual de ejercicios militares. Probablemente se utilizaban estos juegos para promover la destreza de movimientos de los soldados en los campamentos militares, en forma previa a entrar en campaña.

Mujeres chinas jugando al “Tsu Chu”

No se sabe muy bien cómo era este deporte antiguo; pero se piensa que consistía en que los jugadores patearan una pelota de cuero rellena de pelos y plumas, y trataran de embocarla en una pequeña red, de entre 30 y 40 cms. de longitud. Se denominaba “Tsu Chu”, “Ts’uh Kúh”, “Luju” o “Cuju” en otros dialectos chinos. “Tsu” significa patear y “Chu”, pelota de cuero. En variantes posteriores del juego, los jugadores debían esquivar a sus contrincantes, con la pelota. Los jugadores podían pegar a la pelota con los pies, pecho, espalda y hombros. Estaba prohibido tocarla con las manos. Lo más curioso de este juego, es que hasta las mujeres lo practicaban.

Ilustración de un jugador de “Tsu Chu” en una caja de madera china

Parece que varios siglos después, alrededor del Siglo VI D.C., junto con el budismo, y procedente de China, una versión de este juego llegó al Japón, donde se lo conoce como “Kemari” o “Kenatt”. Su arribo coincidió con el período “Asuka”, de implantación del budismo, en Japón.

El “Kemari” es deporte ritual que se practica hasta el día de hoy, en los templos japoneses; y consiste en mantener la pelota con el pie, en el aire, sin dejarla caer; para los cuales los jugadores se la pasan entre ellos. Se jugaba entre 6 y 12 personas, llamadas “mariashi”; con una pelota de entre 23 y 24 cm. de diámetro, confeccionada con cuero de ciervo, relleno de aserrín, que se llama “mari”. Los jugadores lucen un vistoso y sofisticado kimono de mangas largas denominado “kariginu”; y el campo de juego se denomina “kikutsubo”, de 15 mts. de extensión, aproximadamente; demarcado en las esquinas por los cuatro árboles típicos del Japón: el sauce, el cerezo, arce y pino, representativos de las cuatro estaciones. Al principio sólo lo podían jugar los nobles. Sin embargo, alrededor del Siglo X se popularizó y se permitió jugar “kemari” también a las clases bajas.

No era un deporte competitivo, pues no había equipos y tampoco se consagraban perdedores o ganadores. El objeto del juego era que todos se esforzaran en no dejar caer la pelota al suelo.

El juego se conserva gracias a que a principios del Siglo XX el emperador Meiji o Mutsuhito (bisabuelo del actual monarca, Akihito) se esforzara por conservar este deporte milenario, y fundara la “Asociación para la Conservación del Kemari”, salvándolo del olvido de la modernidad.

Los antecedentes en el Mediterráneo:

En Occidente, y en el Mediterráneo, se cree que los egipcios tenían juegos de pelota similares al fútbol actual. Existen ilustraciones en diversas tumbas egipcias, que datan de 2.500 años A.C., que muestran a jugadores con una pelota. Sin embargo no han llegado hasta nosotros relatos escritos que nos indiquen cómo eran y en qué consistían dichos juegos. Parece que las pelotas eran hechas de cuero y nervios de animal, para facilitar su rebote. Algunos creen que las pelotas se pateaban por el campo, envueltas en coloridas telas, como parte de los ritos de fertilidad.

Los griegos tenían un juego denominado “Phaininda”, “Episkuro” o “Epyslcyros”. Lo jugaban hombres y mujeres, por igual. La novedad es que, como en muchos deportes helénicos, los jugadores lo practicaban desnudos. Las pelotas eran de lino y de cabellos envueltos, o bien de vejigas infladas de cerdo, envueltas en cuero, para darles resistencia. Requería agilidad y velocidad considerables; así como un buen estado físico. Poco se conoce sobre las reglas de este juego griego. Sin embargo, se conoce que era bastante violento, y que a menudo terminaba con muchos jugadores contusos y tendidos en el campo. Cronistas de la época cuentan que un pobre espectador terminó con una pierna fracturada, cuando osó atravesar parte del campo, en el medio de un partido.

Los romanos, como buenos aprendices de sus vecinos, no sólo tomaron de los griegos su ciencia, filosofía, mitología y panteón de dioses; a quienes les cambiaron sus nombres; sino que también tomaron este juego griego, lo denominaron “Harpastum”, y lo adaptaron a sus costumbres.

También lo llamaban “juego de la pelota pequeña”, ya que usaban un balón del tamaño de una bola de softball; que parece que era bastante dura; al contrario de los griegos, que utilizaban una pelota un poco más grande. Era una indudable adaptación del “Phaininda” griego, hecho reconocido por los mismos romanos. Se parecía más al Rugby o al Fútbol Americano que al fútbol que conocemos hoy.

El romano Ateneo escribió: “Harpastum, que solía llamarse Phaininda, es el juego que más me gusta. Grandes son el esfuerzo y la fatiga que acompañan a las jugadas, así como las violentas torceduras y luxaciones de cuello”.

Antífanes llegó a exclamar: “¡Maldición!, qué dolor que tengo en el cuello”. También Antífanes fue el primer relator, que se conoce, de una jugada de pelota: “Agarró la pelota y se la pasó a un compañero de equipo, mientras esquivaba a otro y reía. La puso fuera del camino de otro. A otro compañero lo puso a sus pies; mientras el público alentaba y repetía, todo el tiempo: ‘Fuera de la cancha’, ‘demasiado larga’, ‘a la derecha de él’, ‘sobre su cabeza’, ‘en el piso’, ‘en el aire’, ‘demasiado corta’…”.

El renombrado médico Galeno, en su trabajo “Ejercicio con la Pequeña Pelota”, lo describe como un juego “mejor que la lucha o el correr, porque ejercita todas las partes del cuerpo, toma poco tiempo, y no cuesta nada”; y se puede jugar “con distintos grados de tenacidad”. Galeno agrega, «Cuando, por ejemplo, la gente se enfrenta entre sí, intentando vigorosamente impedir que el otro tome terreno, es un ejercicio pesado, vigoroso, donde se suele tomar al otro por el cuello, y se ensayan muchas otras tomas de lucha”.

Julio Pólux incluía al Harpastum y a la Phaininda en una lista de juegos de pelota, en la Antigüedad greco-romana y nos cuenta: “Phaininda toma su nombre de ‘Phaenides’, quien fue el que lo inventó; o bien de ‘phenakizein’, que en griego significa ‘decepcionar’; porque los jugadores muestran la pelota a un hombre, y después la tiran hacia otro distinto, al contrario de lo que se esperaba. Es muy parecido al juego con la pequeña pelota (se refiere al Harpastum romano); el cual toma su nombre de la palabra ‘harpazein’ (que quiere decir arrebatar)”.

Ocurre que los jugadores se tironeaban de todo el cuerpo, para arrebatarse la pelota, que se arrojaba por el aire. La idea era no dejarla caer en el piso. No se sabe aún cómo era exactamente el juego; pero parece que era similar al rugby. Se jugaba en una cancha rectangular, dividida en dos mitades. Cada equipo (formado por entre 5 y 12 jugadores) empezaba en su mitad del campo de juego. La pelota empezaba en poder de uno de los equipos, merced a un sorteo con dados. No se sabe bien si el objetivo era que el equipo adversario le quitara la pelota y la llevara a su campo; o que cada equipo impidiera que los jugadores contrarios ingresaran a su área. Parece que cada vez que la pelota cruzaba la línea del medio, se anotaba a favor del equipo que la había llevado a su campo. También se perdían tantos si la pelota tocaba el suelo.

Cuentan que Julio César incentivaba la práctica de este deporte, entre sus legionarios, durante su campaña en las Galias; imponiéndoles a los soldados un juego brutal, para entrenarlos contra los aguerridos galos.

http://www.youtube.com/watch?v=nGpseVsQCUg&feature=player_embedded
Video sobre el “Harpastum”

Algunos creen que este juego llegó a Britania (así se llamaba la principal isla del archipiélago, donde está ubicada Inglaterra), cuando los romanos la invadieron, entre los Siglos I y II.

Otros conjeturan que los anglos, los bárbaros que habitaban Britania, antes de que llegara la invasión romana, ya tenían violentos juegos de pelota; muy desorganizados, y sin reglas, donde todos los jugadores corrían detrás de un balón, y pugnaban por poseer la pelota, de cualquier manera. A diferencia del “harpastum”, el balón era de mayores dimensiones.

Los juegos de pelota en las Islas Británicas durante la Edad Media:

Con la caída del Imperio Romano, los juegos de pelota cayeron en el olvido; salvo en Britania, donde se conservaron. Durante la Edad Media, los britanos y anglosajones, que eran pueblos bárbaros que poblaban Inglaterra, continuaron jugando este deporte violento con una pelota; donde valía todo para hacerse con el balón. Se hizo muy popular entre las clases bajas. Los nobles, en cambio, con capacidad para armarse y costearse caballos y armaduras, preferían divertirse en justas y torneos, donde luchaban armados con otros caballeros. Ya en 1170 William Fitz Stephen cuenta haber presenciado “juegos de pelota” entre los jóvenes de Londres.

En 1314, el Rey Eduardo II llegó a prohibir tales juegos, porque eran muy violentos, hacían perder el tiempo y lesionaban gravemente a los jóvenes sin recursos; que el Monarca prefería emplear como arqueros en sus ejércitos (ya que los mismos no podían costearse otras armas más caras, caballos o armaduras). El Rey quería que estos jóvenes se dedicaran más a practicar con el arco y la flecha, para constituirse en los famosos y temibles “Long-Bowmen” ingleses, que a ser rudimentarios “futbolistas” en un deporte inservible para la aguerrida Inglaterra medieval.

Ya por esa época se hizo famoso el “Fútbol de Carnaval”, que era jugado en forma descontrolada por pueblos enteros en Inglaterra, en vísperas de la Cuaresma. A veces competían poblados vecinos, y valía cualquier manera de llevar la pelota hasta la villa adversaria, que actuaba como “arco” contrario, menos matar a los jugadores; aunque sí era válido lesionarlos o mutilarlos.

Ya por esa época surgieron los primeros “códigos”, o incipientes intentos de fijarle al juego algún tipo de reglas, o normas para evitar que primara la barbarie o el salvajismo del “vale todo”.

El juego durante el Renacimiento:
A partir del Siglo XVI, el juego se fue civilizando y se incluyó como actividad de recreación en las escuelas y colegios británicos, expandiéndose hasta Escocia; luego de su unificación con Inglaterra, bajo Jacobo I, el primer rey Estuardo de ambos reinos.

En ese mismo siglo, en Italia, precisamente en Florencia, se empezó a popularizar el famoso “Calcio Florentino”; al cual se le fijaron reglas por escrito (códigos) en 1580.

Se trababa de un juego de pelota, que se jugaba en las plazas principales históricas de Florencia, a las que se colocaba arena, en el suelo, para jugar. Era más organizado y menos violento que el “Fútbol de Carnaval”, y participaban 2 equipos rivales, con 27 jugadores cada uno. Había 5 “arqueros” por equipo, y había que anotar más puntos o tantos que el rival. En cada extremo de la cancha había agujeros, a donde había que introducir la pelota, con la mano, o con los piés.

Si se conseguía embocar la pelota, el equipo sumaba 2 puntos. Si el tiro fallaba, el equipo perdía medio punto. Los partidos duraban 50 minutos, y había 8 árbitros. La ciudad de Florencia se dividía en los 4 barrios que la componían, y cada uno de ellos tenía un equipo, con sus respectivos colores; que mantienen hasta el día de hoy. La gente acudía a los partidos a alentar a sus equipos, con sus banderas y cánticos; ubicándose en tribunas que se instalaban, al efecto. Allí se originaron las barras o las hinchadas de los equipos, que luego pasaron al fútbol.

Con el tiempo, este deporte cayó en el olvido; ya que el último partido del que se tomó nota se registró en 1739. Sin embargo, consiguió ser rescatado, como un juego nacional tradicional italiano, bajo el régimen de Benito Mussolini, en la década de 1930. Desde entonces se realizan permanentemente, en Italia, torneos de “calcio”, donde podemos apreciar a los jugadores con vivos colores practicándolo.

En homenaje a este juego, la Liga Italiana de Fútbol se denomina, hoy en día, “Lega Calcio”.

Los inicios del Fútbol en la Edad Moderna:

Durante los Siglos XVIII y XIX los distintos colegios británicos fueron imponiendo sus propias reglas a los juegos de pelota permitidos en los mismos. Así nació el Rugby (emanado del Colegio del mismo nombre, en ese condado inglés), donde se permitía el uso de pies y manos para tomar el balón.

El Colegio de Winchester y otros, en cambio, permitían únicamente usar los pies para trasladar la pelota. Ya nuestro fútbol tomaba más forma. Luego algunos permitían se jugara en lugares abiertos y con “canchas” delimitadas. Paralelamente, el juego se imponía, ya más civilizadamente, entre los marineros y soldados ingleses y escoceses por igual, que jugaban con pelotas de cuero, o hechas con vejigas rellenas de animales muertos. Era cómo se relajaban después de los rigores extremos a los que eran sometidos. Con la expansión territorial del Imperio Británico se produjo la introducción de este deporte en los demás países del mundo.

Juan Pablo Bustos Thames
Escritor invitado

Abogado, Ingeniero en Sistemas de Información,
Profesor Universitario,
Funcionario del Tribunal de Cuentas de Tucumán,
Director de la Cámara de Comercio Exterior de Tucumán,
estudioso de la historia, escritor,
realizador y conductor televisivo y de documentales.
Miembro de la Fundación Federalismo y Libertad
y la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP).

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