#Opinión | Los negros y la Selección Argentina de Fútbol- Por Juan Pablo Bustos Thames

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La publicación del prestigioso The Washington Post generó la pregunta: ¿dónde están los negros en Argentina y qué pasó con ellos?

Ha generado debate la reciente publicación del prestigioso The Washington Post, que planteaba la ausencia de negros en la Selección Argentina de fútbol.

Siempre hubo negros en equipos africanos y americanos: Brasil, Estados Unidos, Perú, Colombia, Uruguay, etc. Ahora los vemos también en Europa: Alemania, Holanda, España, Inglaterra, Portugal y Suiza, en distintas épocas. Sin embargo, quien lleva la delantera es, sin lugar a dudas, Francia.

Ha llamado la atención que Argentina no tenga negros en su equipo. Seguramente, por desconocimiento de nuestra idiosincrasia, historia y composición social, algunos han insinuado que discriminamos a los negros.

No somos los únicos que no tenemos jugadores negros, en Sudamérica. ¿Qué decir entonces, de: Chile, Paraguay y Bolivia?

En primer lugar, no hay cantidad significativa de negros en el país. Según el Washington Post, en el censo de 2010 había 149.493 (casi el 0,4 % de la población). Esto lo confirmamos con salir a la calle. Las personas negras, que son pocas, destacan entre la multitud. Con sólo ver un partido de fútbol (aún en un encuentro barrial), difícilmente habrá afros entre los jugadores.

Entonces, ¿nunca hubo negros en estos lares? El virreinato del Río de la Plata (1776-1810) estaba integrado por territorios de Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay y partes de Chile y Brasil. Advertimos que, salvo Uruguay y Brasil, los demás países tampoco tienen negros en sus equipos.

Fue el último virreinato creado por España por cuestiones estratégicas. Era el más pobre; pues hubo que anexarle el Alto Perú para que lo financiara con sus minas. Buenos Aires no tenía un mísero muelle. Vivía del comercio y del contrabando. No había plantaciones. Su agricultura no estaba desarrollada. No era aún el granero del mundo. Se capturaba ganado cimarrón de sus pampas, donde se obtenía cuero que se exportaba.

En cambio, Brasil, el Caribe y el Sur de Estados Unidos demandaban mano de obra intensiva para sus plantaciones de caña de azúcar, algodón o café. Compraban cargamentos de esclavos que, despachados desde África por traficantes ingleses, franceses, holandeses y portugueses, se hacinaban en pabellones rurales, en condiciones infrahumanas. Proliferaban malos tratos, abusos, mutilaciones, violaciones y asesinatos. Allí la esclavitud tardó tiempo en abolirse, luchas de por medio: Estados Unidos (1865), Brasil (1888). Al encontrarse segregados, la población negra no se integró con la local.

En el Río de la Plata la demanda de esclavos no era significativa. Se la requería para los quehaceres domésticos del hogar, o del comercio. España no era una potencia esclavista. En los censos de la colonia, casi todos los esclavos decían provenir de Angola. Es decir, que llegaron en barcos negreros portugueses. La población negra no fue segregada en plantaciones, sino que fue integrada en las casas urbanas de las familias desparramadas por todo el virreinato.

Los negros eran criados, sirvientes de la casa. Eran uno más de la familia. Convivían con sus amos y recibían el afecto y el apellido de la familia. Muchos se sentían realmente parte de ellas. Aunque constituían la casta más baja, y eran esclavos; no hay registros de violencia, malos tratos, abusos sistemáticos o generalizados contra la población negra. Diversos visitantes que llegaron al Plata se asombraron por el nivel y el trato que tenían los negros entre nosotros; cosa que distaba de otras ciudades de América.

Por eso, los negros tomaron partido por la Independencia, sin dudar. Se identificaron con la causa de sus amos y lucharon valientemente en la Infantería y la Artillería. Abundan los testimonios de heroísmo de las unidades de afros en las guerras por la Independencia y las luchas civiles. La lealtad, el orden y la disciplina caracterizaban a los negros en la lucha. No hay registros de deserciones o cambios de bando, habituales en la época. Muchos libertos se enrolaban libremente. En otras ocasiones, sus amos alistaban a sus esclavos, con promesa de libertad, luego de cinco años de servicio.

¿Qué pasó con los negros del país?

Un conocido mito es que los negros se extinguieron por haber sido sacrificados en la guerra. Eso es falso. Las unidades negras no eran mayoritarias en nuestros ejércitos. Siempre se mantuvo su participación en la proporción de los habitantes de entonces. En las tropas había solo un batallón de negros. En las ciudades quedaban otras unidades de afros, como lo cuentan diversos testigos. Si bien en las guerras cayeron muchos negros, los mismos no se extinguieron. Y siempre quedaron las negras, que salvo honrosas excepciones, no partieron con los ejércitos.

Otro mito es que la fiebre amarilla acabó con los negros. Eso también es falso. Esa peste se transmite con la picadura de un mosquito, que ataca igual a blancos, indios o negros, sin importarle el color de piel. Esa epidemia afectó a toda la población por igual, en proporciones semejantes.

Entonces, ¿qué pasó con nuestros negros? La respuesta está en la génesis misma de esta historia. Los negros se integraron, como toda la población que fue llegando a nuestras costas, con los habitantes que ya estaban: criollos, indios y extranjeros. Nunca hubo entre nosotros prejuicios a la hora de relacionarnos.

En los conventillos del sur de la ciudad de Buenos Aires, tierra donde nació el tango, con fuertes raíces afros, convivían personas de todas las razas y orígenes. En ese ámbito prolífico es que se mezcló la Argentina que conocemos hoy. No es que los negros o los indios hayan sido exterminados por alguna espada sangrienta. Al contrario, todos ellos se integraron con los inmigrantes que, en aluviones, llegaron a Argentina desde fines del Siglo XIX. Y si no, ¿de dónde salieron nuestros morochos? Algunos de ellos que hasta lucen y defienden valerosamente la celeste y blanca. Muchos de nosotros hasta podríamos tener sangre afro en nuestras venas que, mezclada en aquellos conventillos de fines del Siglo XIX con ese crisol de razas que nos caracteriza, ha dado origen a los argentinos que hoy juegan en la Selección, o la alentamos con toda nuestra fuerza.

Juan Pablo Bustos Thames
Escritor invitado

Abogado, Ingeniero en Sistemas de Información,
Profesor Universitario,
Funcionario del Tribunal de Cuentas de Tucumán,
Director de la Cámara de Comercio Exterior de Tucumán,
estudioso de la historia, escritor,
realizador y conductor televisivo y de documentales.
Miembro de la Fundación Federalismo y Libertad
y la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP).

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