Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, China reportó en la primera semana de enero 252.000 contagios por covid-19 y unas 700 muertes.
En el boletín epidemiológico que publica este jueves la Organización Mundial de la Salud (OMS), China reporta 218.019 contagios y 648 muertes por covid, unas cifras inverosímiles a las que ni la OMS, ni los expertos en salud pública, ni los propios residentes en el país dan ningún crédito. Entre otras cosas, porque en diciembre se filtraron las actas de una reunión de la Comisión Nacional de Salud de China que cifraban en 248 millones las infecciones de ese mes, mientras se notificaban al organismo internacional menos de 450.000 para las mismas fechas: por cada 550 contagios, se contaba solo uno.
El máximo responsable de la OMS afirmó que “sin duda a nivel global estamos en una mejor posición que hace un año”, cuando se produjo el pico de contagios por la ola ómicron, y desde entonces los fallecimientos registrados mundialmente han caído un 90 %, pero desde hace unos meses se ha producido cierto estancamiento.
Tan poco sentido tienen las estadísticas que la OMS publica sobre China, que según estas en octubre hubo una ola con más contagios que la actual, y en mayo otra de dimensiones todavía mayores. Este jueves, las autoridades sanitarias chinas han notificado un único fallecimiento en la jornada anterior, elevando la cifra oficial hasta los 5.259.
Los datos contrastan con las imágenes de morgues llenas y hospitales saturados que pueblan las redes sociales, y con las informaciones sobre crematorios funcionando sin parar. Pero el país atribuye la alarma a una obsesión de los medios occidentales.
El país asiático se vio obligado a dar un giro de 180 grados en su política frente a la pandemia el mes pasado. Hasta entonces, mantenía estrictas vigilancia y restricciones para mantener al país con niveles ínfimos de contagios. Mientras la mayoría del mundo ya estaba haciendo una vida prácticamente normal y las tasas de letalidad habían bajado drásticamente gracias a las vacunas, China estaba cerrada a cal y canto, con sus ciudadanos obligados a cumplir aislamientos y cuarentenas drásticas en caso de contagio.
Durante días, la capital del país ha sufrido una oleada de infecciones que ahora parece ir remitiendo. Las calles, fantasmagóricas hace un par de semanas, han recuperado vitalidad, la gente ha vuelto a los restaurantes, han reabierto los colegios y las largas avenidas recuperan los atascos de los empleados que regresan al trabajo.
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