El día 23 de enero de cada año, nos hace rememorar a los venezolanos un periodo de nuestra historia nacional en el que la generación de 1958 fue capaz de derrocar a una dictadura y construir los pilares de una democracia que perduró durante 40 años. Mientras una parte del mundo vivía sometido por regímenes dictatoriales, en Venezuela construimos un modelo de país que era una referencia en la región. Cuando llegó Hugo Chávez al poder todo fue arrasado por su anacrónico sistema.
Ese día es propicio para reflexionar acerca de las circunstancias que permitieron derrocar al régimen del general Marcos Pérez Jiménez versus el fracaso de quienes han intentado desarticular a la actual dictadura encabezada por Nicolás Maduro y sus secuaces. Quizá la principal diferencia es que el ejército de 1958 no estaba plagado de infiltraciones extranjeras, ni tampoco estaba manchado por acusaciones de corrupción y narcotráfico. Buena parte de los militares de aquellos años estaban comprometidos con una causa y un ideal, por eso no les tembló el pulso en sacar al tirano del poder.
Chávez se encargó de politizar a Las Fuerzas Armadas, y a juzgar por las acusaciones que pesan sobre el llamado Cartel de los Soles, entre otros temas que salpican a una parte los militares criollos, no resulta muy difícil entender por qué no han ocurrido acciones contundentes por parte del estamento castrense para propiciar un cambio.
La sociedad venezolana salió en innumerables marchas durante estos 24 años a poner su vida al servicio de la libertad. Nuestros jóvenes fueron vejados, agredidos y muchos hasta perdieron la vida a manos de las fuerzas represoras de la dictadura. Sin embargo no se produjo el cambio definitivo porque los militares no dieron el paso que podía alterar el curso de la historia. La única excepción ocurrió el 11 de abril del 2002, cuando sucedió el breve golpe que sólo sobrevivió 48 horas, sin embargo esa es materia para analizar en otro artículo.
Otro ingrediente no menos importante del fracaso de nuestra historia reciente en la lucha por la recuperación de la libertad, es que hemos tenido unos líderes opositores sin ideales y sin vocación de servicio, ellos lejos de afectar al régimen chavista le han dado oxígeno. Durante los años previos al golpe de Estado del 23 de enero de 1958, en Venezuela coexistieron una estirpe de líderes sociales y políticos reseteados con el país, gente que fue a parar a las mazmorras por un ideal libertario, dirigentes con una convicción inquebrantable que trabajó incansablemente en transformar la adversa realidad que afectó al país en aquella época. En cambio ahora vemos a personajes como el exinterino Juan Guaidó, quien lejos de luchar contra el dictador terminó dándole oxígeno y prestándose a que se realizaran unos diálogos que resultaron ser una burla para los venezolanos que lucharon por la libertad.
Al momento en el que escribo este artículo, empieza el día lunes del más reciente aniversario del golpe de Estado del 23 de enero de 1958, independientemente de la fecha en la que usted estimado lector lea estas líneas, ese evento histórico nos sigue llamando a evaluar lo que fuimos y en lo que nos hemos convertido como sociedad. Hoy el país necesita un cambio y esa precisamente es la tarea que tiene por delante Venezuela. Necesitamos recordar que al igual que en el pasado los venezolanos recuperaron su libertad en varias ocasiones, aún sigue siendo posible restablecer nuestra democracia.
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