Este próximo domingo 14 de mayo habrá elecciones presidenciales en Turquía y sólo hasta el dia siguiente sabremos si el “karma” o el “cierre de un ciclo” harán que Recep Tayyip Erdogan salga del poder o si, a pesar de todo, el catastrófico terremoto que sucedió el pasado 06 de febrero de 2023 con una cifra de casi 50 mil muertos, no tendrá mayores repercusiones políticas para él.
Muchos recordarán que Recep Tayyip Erdogan llegó al poder tras el terremoto de 1999, cuando la población, en las elecciones siguientes, castigó con su voto al entonces gobierno de coalición de Bulent Ecevit por su pésima respuesta ante las considerables pérdidas humanas que alcanzaron la cifra de 20.000 fallecidos y dejaron aproximadamente a un millón de personas damnificadas sin hogar.
Para aquel entonces Erdogan se vendió como un reformador y un demócrata, portador de varias promesas, entre ellas una muy importante: invertir de manera cuantiosa en prevención y protección antisísmica, así como asegurar el cumplimiento normativo en la construcción de las estructuras para evitar que un desastre como el del 99 volviera a pasar.
Sin embargo, con este nuevo terremoto, la corrupción e incompetencia del régimen del Erdogan saltaron a la vista:
No se invirtió durante todos estos años el dinero recaudado con los “impuestos de terremoto” en lo necesario para proteger a su población (más de 4600 millones de dólares según contabiliza la BBC); tampoco se formaron y prepararon equipos de rescate que pudieran actuar diligentemente y, la violación de las normas de construcción, así como la concesión de permisos a edificios levantados sin licencia, resultaron evidentes al ver el considerable número de construcciones derruidas.
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Y es que después de aquel terremoto que tanto dolor y tragedia generó en el 99, resulta imperdonable la pobre preparación de Turquía en materia sísmica, sabiendo que este país está asentado sobre lo que algunos han llamado “la maldición de la tierra”: una de las zonas más complejas y activas en el mundo por la confluencia de, no una, sino tres placas tectónicas moviéndose cada cierto tiempo: la placa Arábica, la placa Anatolia y la placa Euroasiática.
Las personas que se dieron cuenta de todo lo anterior también voltearon sus miradas hacia Erdogan para analizar su manejo y gestión de la catástrofe, y allí tampoco ha salido airoso:
La reacción fue sumamente lenta e ineficaz: el envío de equipos de rescate e insumos se dilató muchísimo; Erdogan tardó mucho en visitar las zonas de desastre, las cuales -para empeorar la situación fueron de las mas densamente pobladas del país; amenazó a quienes le criticaban y por unos días cerró twitter para -de nuevo- evitar críticas, exaltando la figura de perfecto autócrata en lo que se ha convertido durante todo este tiempo en el poderm figura por cierto diametralmente opuesta a la que hace 20 años vendió
El terremoto no pudo llegar en peor momento. Con un contexto de inflación del 80% y su moneda en mínimos históricos frente al dólar, la reconstrucción de las zonas bajo desastre se ha vuelto cuesta arriba y en general complica todos los escenarios.
En lo que antes del terremoto se presentaba como un escenario electoral con votaciones muy ajustadas, la catástrofe sísmica que sucedió a apenas 3 meses de la cita electoral obligó a cambiar radicalmente la campaña tanto a Erdogan como a la oposición.
Erdogan que tenía una estrategia de campaña orientada hacia un discurso agresivo en política exterior, incluyendo discusiones vueltas ‘espectáculo mediático’ frente a sus socios de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), ahora se ha venido inclinando por mostrarse como un gestor que resuelve: un gestor eficaz.
Por su parte, la oposición que antes tenia una hoja de ruta clara alrededor de desacreditar la figura de Erdogan y atacar su desempeño gubernamental que ha conllevado a una inflación alta, depreciación de la lira turca, nepotismo reinante y una importante fatiga en torno a su imagen, durante este tiempo de campaña electoral la ha tenido complicada porque, si bien no puede dejar de señalar la amplia y directa responsabilidad de Erdogan en las consecuencias fatales del desvío de recursos y de la baja preparación de la sociedad ante el nuevo sismo, tampoco ha podido mantenerse en campañas negativas agresivas por interés político, cuando la gente espera que todos los sectores cierren filas a ayudar en momentos de desgracia y crisis nacional.
Definitivamente estas elecciones han estado enmarcadas en un escenario electoral complicado que ha llegado a la etapa final: pero sólo hasta pasado mañana, domingo 14 de mayo, sabremos si los movimientos sísmicos que trajeron al poder a Erdogan, serán los mismos que lo sacarán.
Por Laura De Rosa
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