El Día Internacional del Trabajo se celebra en casi todo el mundo; en conmemoración de la multitudinaria huelga que tuvo lugar a partir del 1º de Mayo de 1886; oportunidad en la cual cientos de miles de obreros norteamericanos de la ciudad de Chicago reclamaron la reducción de la jornada laboral a 8 horas de trabajo diario.
Chicago era, durante la segunda mitad del Siglo XIX, la segunda ciudad más importante de Estados Unidos. La Revolución Industrial, los vertiginosos avances tecnológicos que se acentuaron a fines de esa centuria, el aluvión inmigratorio que invadió de mano de obra europea a ese país, a bajo costo; así como el incesante arribo de campesinos y agricultores que llegaban del campo, en trenes, atraídos por la ilusión de vivir en una gran ciudad, convirtieron a Chicago en la caldera ideal donde estallaron los primeros conflictos entre industriales y obreros.
Pese a que desde 1868 ya regía en Estados Unidos una ley que imponía las 8 horas diarias de trabajo, la misma no era observada; y el estado toleraba que las industrias, que nunca detenían sus chimeneas, exigieran de su personal más de 14 horas diarias de labor. Ello llevó a una ola de protestas y huelgas a lo largo de todo ese país; con epicentro en la ciudad de Chicago, donde tuvieron lugar violentos choques entre los trabajadores y la policía, que se saldó con varios muertos, estallido de explosivos y numerosos heridos. Sofocada la protesta, numerosos dirigentes gremiales fueron llevados a juicio, y cinco (cuatro de ellos alemanes), condenados a muerte.
Pese al fracaso del movimiento, al poco tiempo, todas las industrias de Estados Unidos fueron paulatinamente permitiendo a su personal trabajar 8 horas diarias; derecho éste que se fue expandiendo por todo el mundo; hasta considerarse un estándar mundial, en la materia, y un hito en la legislación laboral universal.
En reconocimiento a esa lucha de los trabajadores de Chicago, años después, los distintos países fueron adoptando al 1º de Mayo, como Día del Trabajo, empezando por Francia en 1919; e impulsada por los movimientos socialistas y comunistas del Siglo XX; en el resto de Europa. La intención del festejo era unificar, en el mundo, el reclamo obrero en contra del capitalismo y los empresarios, como símbolo de los derechos de los trabajadores para promover movimientos anárquicos y revolucionarios de izquierda. Muchos buscaban, por este intermedio, imponer dictaduras marxistas en los distintos países.
Hasta el nazismo coincidió en reconocer también esa festividad. Recién arribado al poder, Adolfo Hitler, el 1° de Mayo de 1933 convocó a un masivo acto político en el campo de Tempelhof, de Berlín, ante quinientas mil personas. Había trabajadores, sindicalistas, empresarios y público en general. El flamante canciller había dicho que, históricamente, el 1° de Mayo se celebraba como el arribo de la Primavera, con fiestas populares en Alemania y el Norte de Europa; festividades “sanas” que habían sido cooptadas por la izquierda, para orientarlas hacia finalidades de división, odio y resentimiento. En el discurso de ese día bramó: “El día de la nueva vida y de la alegría esperanzada se transformó en un día de disputas y luchas internas”, acusando a socialistas y comunistas de convertirlo en un “día de odio”. Por eso se propuso arrebatar la festividad de las “garras de la izquierda”, donde ese día simbolizaba “el símbolo del conflicto de clases,… de lucha y de discordia interminables”, para transformarlo, ahora, según sus dichos en “el símbolo de la gran unidad y el levantamiento de la nación”. “Honra al trabajo y respeta al trabajador”, vociferó el dictador. Con esas palabras proclamó el “Día Nacional del Trabajo”, algo que no se había animado a hacer la República de Weimar; asociando, en lo sucesivo, tal festividad con fastuosos y multitudinarios festejos, todos los años, con abundante simbología del totalitarismo nazi.
En 1954, el Papa Pío XII proclamó el 1º de Mayo, como la Festividad de San José Obrero, poniendo fin al resquemor que, hasta entonces, los católicos tenían hacia una celebración principalmente fogoneada por la izquierda, para fines revolucionarios. Desde ese momento, los países de tradición católica empezaron a tomar esa festividad con menos recelo. Así, paulatinamente, comenzaron, a adoptar esa fecha, para conmemorar al trabajo y a los trabajadores, en general; sin la impronta ideológica y revolucionaria con las cuales los movimientos internacionales de izquierda venían propiciando esta celebración.
Así es que llegamos al día de hoy, donde la mayoría de los países del mundo conmemoran el 1º de Mayo como el Día del Trabajo. Paradójicamente, algunos pocos países de raigambre británica; entre ellos Estados Unidos; país que diera origen al movimiento que gestó esta celebración, recuerdan el Día del Trabajo en otras fechas del año; casualmente, cimentados en la desconfianza por el notorio rasgo ideológico de las primeras celebraciones, impulsadas claramente por los movimientos socialistas, marxistas, anarquistas y comunistas.
En Latinoamérica, distintas normas fueron paulatinamente reconociendo esa fecha como feriados nacionales. En Argentina, paradójicamente, el régimen de facto presidido por el Gral. Jorge Rafael Videla, mediante la Ley Nº 21.329, estableció al 1° de Mayo como Feriado Nacional.
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