#Opinión | La Guerra en Ucrania y el Invierno Nuclear- Por Emir Moros Adams

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Este es mi cuarto artículo sobre la Guerra en Ucrania y lo quiero dedicar a un tema poco conocido, el invierno nuclear, un posible evento que pudiera vivir la humanidad si la guerra en ucrania sale fuera de control y se utilizan armas nucleares.

Corría el año el 11 de noviembre 1983 y Hollywood estrenaba la película “El día después”. Esta película con la mayor audiencia de la historia de la televisión, con más de cien millones de personas viéndola en directo, se estrenó aterrorizando a millones de personas y tuvo un profundo impacto en las actitudes hacia las armas nucleares y la Guerra Fría. Ambientada a mediados de la década de los ochenta, en plena Guerra Fría, narra los efectos de una guerra nuclear en la vida de los habitantes de un pequeño pueblo norteamericano.

Como hoy día, la vida de sus habitantes transcurría con normalidad, ajenos a la creciente tensión entre la Unión Soviética y los Estados Unidos – OTAN, por un conflicto en Berlín. Cuando la guerra estalla, la vida de sus habitantes se ve afectada y queda firmada la sentencia de muerte de la mayoría de sus habitantes.

Un mes, el lunes 10 de octubre de 1983, el entonces Presidente Ronald Reagan solicitó ver la película antes de su presentación pública. Luego de verla escribió en su diario:

“Día de Colón. Por la mañana, en Camp David pongo la cinta de la película que va a emitir ABC el 20 de noviembre. Se llama “El día después”. Va de cómo la guerra nuclear con Rusia arrasa Lawrence, Kansas. Tiene un fuerte presupuesto de siete millones. Es muy efectiva y me ha dejado totalmente deprimido. Todavía no han vendido los veinticinco anuncios que tenían programados y puedo ver por qué. Si servirá de ayuda al movimiento antinuclear o no, no lo sé. Mi propia reacción fue que tenemos que hacer todo lo que podamos para tener un elemento disuasivo y que nunca haya una guerra nuclear. Días después, volvía a anotar. Todavía estoy luchando contra la depresión que me causó “El día después”. Y posteriormente “Todavía había algunas personas en el Pentágono que creían que una guerra nuclear era ganable. Pensé que estaban locos. Peor aún, parecía que también había generales soviéticos que pensaban en términos de ganar una guerra nuclear”

El 23 de septiembre de 1984 la BBC estrena en el Reino Unido “Threads” una película de estilo documental post – apocalíptico que relata un holocausto nuclear en el Reino Unido y los efectos a largo plazo que tiene la guerra nuclear sobre la civilización. Ese mismo año, el famoso cosmólogo Carl Sagan, conjuntamente con otros científicos de todo el mundo, publicaría en la revista Scientific American el articulo “Los efectos climáticos del invierno nuclear”.

Estas dos películas y el artículo corrieron como pólvora por todo el mundo y generaron tanta preocupación y temor a nivel mundial que se comenzaron a dar marchas y concentraciones en varias capitales mundiales generando una matriz de opinión pública a la par de la creación de un movimiento anti-armamentista y anti-nuclear que logró presionar a los gobiernos a dar pasos para la reducción del arsenal nuclear.

Afortunadamente ya el Presidente Reagan se había sensibilizado con el tema y eso permitió el inicio de negociaciones en 1985 entre los Estados Unidos y la Unión Soviética sobre la reducción del armamento nuclear que culminaron con la firma del acuerdo START I (Strategic Arms Reduction Treaty, Tratado de Reducción de Armas Estratégicas) en 1991 que consistió en autolimitar el número de misiles nucleares que poseía cada superpotencia

Muchos comentaristas, particularmente conservadores, condenaron la película y el articulo tildándolo como propaganda comunista diseñada para promover la causa del desarme y debilitar la determinación de Estados Unidos de mantener su arsenal nuclear, en todo caso, esos cuestionamientos a la teoría han sido una constante desde su aparición.

Han pasado 40 años desde que se dieron los estrenos de las dos películas y de la presentación del artículo, sin embargo, esos eventos ficticios y teóricos parecieran estar cerca de transformarse en una realidad si alguna de las partes en la guerra en Ucrania al verse en peligro de perder la guerra utiliza como último recurso el uso de armas nucleares. En el caso que Rusia se enfrente a la posibilidad de una derrota inminente podríamos presenciar el uso de armas nucleares tácticas (corto alcance con una potencia entre 1 y 100 kilotones) y en caso similar por parte de Ucrania, podríamos ser testigos de algún movimiento por parte de Ucrania que lleve a una escalada que implique la participación activa de la OTAN en la guerra, lo que sería respondido por Rusia luego de una corta lucha con armas convencionales con armas nucleares ya no contra Ucrania sino contra blancos de la OTAN.

Como explique en mi artículo anterior, han pasado tantos años desde que se utilizó la primera bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki que ya no hay sensación de peligro ni de temor a las armas nucleares, aunado en el caso de los Estados Unidos a la falsa seguridad que da la existencia en ese país de un sistema anti misiles intercontinentales balísticos ICBM. Falsa seguridad ya que el sistema existente solo es capaz de interceptar el 56 % de las ojivas que caerían en los Estados Unidos, según el informe de American Physical Society “Ballistic Missile Defense, Threats and Challenges”. En los Estados Unidos solo existen 44 interceptores terrestres (misiles de intercepción en silos) y solo un ICBM R36 Satan de Rusia tiene 10 ojivas nucleares más 40 de señuelos es decir que un solo R36 se transforma en 50 blancos independientes. Estamos hablando de misiles que están viajando a 24 mil kilómetros por hora y que un misil de interceptación puede viajar entre 3 mil y 9 mil kilómetros por hora.
Frente a este escenario de una posible guerra nuclear conviene abordar y entender la teoría del invierno nuclear. Esta teoría es un trabajo científico de 1983 que estudia los efectos de varios escenarios de intercambio nuclear entre EE. UU. y la URSS en el clima global y que se realizó por medio de simulaciones por computadora y estudios de seguimiento usando modelos 3D de circulación global. Sagan y sus colegas utilizaron un modelo de escenario nuclear para determinar las cantidades de polvo, humo, radiactividad y pirotoxinas generadas por un intercambio nuclear general de 5000 Megatones Mt, un intercambio limitado de 1000 Mt, y un ataque de 100 Mt solo en ciudades. Los científicos se apoyaron en un modelo de microfísica de partículas que predijo la evolución de las partículas de polvo y humo; y contaron con un modelo climático radiativo-convectivo (determina la distribución de la media global de la temperatura de la atmósfera y de la superficie terrestre) que estimó los efectos de las nubes de polvo y humo en el balance de radiación global (un concepto para entender la energía que la tierra recibe del sol y que la tierra refleja al espacio exterior).

Esencialmente la teoría del invierno nuclear explica que como resultado de una guerra nuclear la temperatura de la tierra se reduciría, en el peor escenario, en tal grado que se iniciaría algo parecido a un período glaciar. Las explosiones nucleares conllevarían no solo la muerte de millones de persona de forma inmediata como resultados de la onda explosiva, la onda térmica, la radiación instantánea y los impulsos electromagnéticos, sino también una contaminación por las precipitaciones de particular radiactivas mejor conocido como fallout, que enfermaría y mataría a las personas expuestas. Sin embargo, el mayor peligro a corto y mediano plazo sería la llegada a la estratosfera de millones de toneladas de finas partículas de polvo, y hollín (uno de los elementos más oscuros de la naturaleza) que evitarían la entrada de los rayos solares a la tierra. Hay que tomar en consideración que se contempla la destrucción de la capa de ozono y que el ciclo hídrico también será afectado ya que al no haber evaporación de agua no habría lluvias y se presentarían sequias.

El mencionado oscurecimiento y enfriamiento de la tierra es lo que se denomina invierno nuclear. Las nubes de polvo y hollín bloquearían la mayor parte de la luz solar sobre las latitudes medias del hemisferio norte durante semanas o meses y reducirían la temperatura del suelo entre 20 y 40 °C dependiendo de la cantidad de bombas atómicas detonadas, además de interrumpir los patrones de circulación global. El hemisferio sur también sería afectado por la propagación de las nubes de polvo y hollín aunque la reducción de la entrada de luz sería menor. En uno de los escenarios simulados, el hemisferio norte se encontraría en completa oscuridad por un período aún no determinado.

Este descenso en la temperatura afectaría la agricultura con las pérdidas de las cosechas, así un descenso de 10 grados en la temperatura afectaría todos los ecosistemas y un descenso de 20 grados afectaría toda la vida en la tierra. La afectación se vería como en un efecto cascada, así por ejemplo al no llegar la luz del sol a la tierra las plantas detendrían su proceso de fotosíntesis y podrían morir dejando sin alimento a los animales afectándose toda la cadena alimenticia, lo mismo sucedería con los peces que morirían al no poder alimentarse del zooplancton que desaparecía al no recibir la luz del sol. Al extinguirse las plantas que son el eslabón más bajo de la cadena trófica o cadena alimentaria, se extinguirían los demás seres vivos: herbívoros, carnívoros y descomponedores.

Posiblemente, el ambiente se volvería irrespirable, ya que se detendría la absorción de dióxido de carbono CO2 por parte de las plantas empeorando la calidad del aire por lo que los seres humanos y los animales podrían sufrir enfermedades respiratorias.

De esta manera, el invierno nuclear conlleva a un colapso de la agricultura, enfermedades, sequias y la amenaza de hambrunas para la mayoría de la humanidad.

Un reciente estudio encabezado por Alan Robock; Ph.D. en Meteorología, profesor de MIT y de la Universidad de Rutgers y uno de los científicos que desarrolló con Sagan la teoría en 1983, fue publicado en ‘Nature Food’ en agosto de 2022. Robock utilizando modelos climáticos y observaciones de incendios forestales y volcanes descubrió que incluso una guerra nuclear limitada podría provocar la hambruna masiva de cientos de millones de personas en países no implicados en ningún conflicto. En una simulación de guerra entre Pakistán y la India realizada por Robock, con un intercambio de solo 1500 kilotones (100 bombas de 15kt, 50 usada por cada lado) se producirían 6 millones de toneladas de hollin (black carbon), que implicarían una bajada en la temperatura de alrededor de 1.5 grados centígrados y la pérdida de cosechas con caída de la producción de algunos cultivos (maíz, arroz, soya y trigo) en el mundo de entre 10 a 20% por un período de 10 años.

A pesar de la solidez de las evidencias científicas de la teoría ya en los años ochentas los gobiernos de las potencias nucleares comenzaron a cuestionar y tildar de exageradas las conclusiones de los expertos. Ese esfuerzo y los recursos que algunos gobierno y entes que se benefician de la carrera armamentista destinaron a esa causa, incluyendo el recorte al financiamiento de los estudios de la teoría, desde mi óptica lograron sus objetivos de desacreditar la teoría, silenciarla y llevarla al olvido.

En una encuesta realizada por el Centro para el Estudio del Riesgo Existencial (CSER) de la Universidad de Cambridge realizada en línea en enero de 2023, con 3.000 participantes –la mitad en el Reino Unido y la otra mitad en Estados Unidos solo el 3,2% en el Reino Unido y el 7,5% en Estados Unidos sabían lo que era el invierno nuclear. Paul Ingram, investigador asociado del CSER, afirma que “en 2023 nos encontramos ante un riesgo de conflicto nuclear mayor del que hemos visto desde principios de los ochenta. Sin embargo, la opinión pública apenas conoce o debate las inimaginables consecuencias a largo plazo de una guerra nuclear para el planeta y la población mundial”. Ingram considera que las ideas del invierno nuclear son predominantemente un recuerdo cultural persistente, como si fuera cosa de la historia, en lugar de un riesgo terriblemente contemporáneo.

Estas cifras de la reciente encuesta están muy alejadas del porcentaje de personas que en los años ochenta sabía lo que era el invierno nuclear. Hoy el entendimiento y conocimiento del invierno nuclear es tal vez un 90% inferior al que había que hace 40 años, lo que permitiría a los gobiernos poder actuar con mayor libertad y ligereza en el uso de armas nucleares toda vez que existe una opinión pública formada y con conciencia del peligro que se oponga y que se manifieste en los medios y públicamente contra cualquier aventura militar con componente nuclear.

En ese escenario de desinformación, el último intento de desacreditar la teoría del invierno nuclear la realizó Neil Halloran con el patrocinio de la Corporación Rand (Instituto de Investigación financiado por el Departamento de Defensa, Departamento de Seguridad Nacional y otros departamentos del Gobierno de los Estados Unidos) quien presentó el año pasado un documental llamado “la controversial ciencia del invierno nuclear” en el cual ataca las bases de la teoría y la califica de anticientífica, al tiempo que la describe como exagerada. Halloran un productor de documentales sin ninguna formación ni científica ni académica más allá de estudios de diseño de medios digitales, dedica 11 minutos de los 22 minutos del documental a mostrar las supuestas debilidades de la teoría y el resto lo dedica a hablar sobre la desinformación en la vida pública norteamericana algo que la Organización Rand denomina Truth Decay.

En mi opinión, los fundamentos físicos de la teoría del invierno nuclear son muy simples y en ello radica su fortaleza, es irrefutable que, si tu bloqueas la entrada del sol a la tierra, la misma se enfría. Es tan sencillo como entender al invierno como estación; las estaciones se dan por la inclinación del eje de la Tierra, así cuando el polo sur se inclina hacia el Sol es invierno en el hemisferio norte ya que llega menos energía y luz del sol y la tierra se enfría.

Este documental de Halloran es tal vez el intento más serio y masivo en la última década por desacreditar la mencionada teoría, pero llama la atención que su presentación casi coincide con el inicio de la guerra en Ucrania.

Quiero compartir con cada lector la inquietud que me genera esta cantidad de hechos o eventos que, aunque parecen aislados de alguna manera terminan relacionándose con la guerra en Ucrania. Como he comentado con anterioridad, me llama poderosamente la atención que tanto la política exterior de los Estados Unidos como la de varios países de la OTAN no sea comedida respecto de la guerra de Ucrania y que cada día realicen movimientos que, sin ninguna duda, conllevaran a un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia.

Esto nos deja hacer por lo menos dos lecturas de estas actuaciones, o los lideres en occidente están tomando decisiones con base a datos errados sobre la realidad actual, que incluye la sobreestimación de las capacidades militares de los Estados Unidos y la OTAN; la subestimación de las capacidades militares de Rusia y la existencia de un mundo multipolar (EEUU, China y Rusia) o están deliberadamente propiciando un conflicto que permita destruir a los únicos dos enemigos con capacidad para interponerse en su proyecto de mantener el Status Quo, que es un sistema internacional liderado por occidente.

Por Emir Moros Adams
Escritor invitado
Internacionalista, Exdiplomatico, Experto petrolero y en comercio internacional, Profesor de la UCV, Dr. en Ciencias Políticas, Especialista en Derecho y Política Internacional.

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