España: Ola de calor deja 27 muertos en 24 horas

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Las olas de calor se han vuelto cada vez más comunes durante el mes de junio en los últimos 12 años. La primera de este año, con temperaturas de hasta 44 grados en el sur de España, comenzó el pasado viernes. Unas temperaturas altísimas que ponen en riesgo a las poblaciones más vulnerables. Hasta que comenzó el siglo XXI, había más víctimas mortales por frío que por calor. Sin embargo, a partir del verano de 2003, es el calor el que mata más que el frío. Una evidencia más del proceso progresivo del calentamiento global.

Con esa premisa, el Consejo de Ministros dará luz verde a principios de julio al Observatorio de Salud y Cambio Climático. La idea es que este nuevo departamento investigue y frene los efectos de las temperaturas extremas en la salud humana en un momento en el que los veranos son cada vez más largos y calurosos.

El MoMo, el sistema de vigilancia de la mortalidad en España, es, en situaciones como la actual, el termómetro más importante de las olas de calor. Refleja el registro de fallecimientos asociados a las altas temperaturas, a un ritmo que crece cada día.

No todos los días son igual de letales
La Agencia Española de Meteorología (AEMET) marcó el inicio oficial de la actual ola de calor el pasado 23 de junio. Ese día, el MoMo registró un fallecido. Al día siguiente, dos. Y al siguiente, ocho. El lunes 26 de junio, 27. Son ya 38 muertos, pero no todos los días son igual de letales.

Vimos el mismo fenómeno en la ola de calor que comenzó el 9 de julio del año pasado. Fue la más potente registrada en España, con una anomalía de 4,5 grados; la más amplia, con 44 provincias en alerta; y la segunda más larga, con 18 días. El primer día hubo ocho muertes asociadas a las altas temperaturas. Al día siguiente, 14. Después, 28, 41, 60, 122… Así hasta un pico de 184 fallecidos el 19 de julio, después de 10 días de ola de calor.

El segundo día con más muertes fue el 7 de agosto de 2018, con 151 fallecidos, después de una semana seguida de temperaturas extremas.

Más muertes con el paso de los días

Los datos de muertes no parecen obedecer a las oscilaciones de las temperaturas dentro de una ola. Normalmente, los días finales de una ola de calor son peores en cuanto a mortalidad respecto al día inicial. En los primeros días suelen producirse muertes por golpes de calor fuerte, pero si la ola de calor empieza un lunes, a partir del jueves o el viernes el número de víctimas comienza ya a ser importante.

Y la causa principal es el calor nocturno. Personas con alguna afección previa respiratoria o cardiaca, la sucesión de noches tropicales, una detrás de otra, les agrava la enfermedad a medida que pasa el tiempo. “El calor que mata es el calor nocturno porque es el que no deja descansar al cuerpo humano. Es un acumulador de efectos. Puedes estar uno o dos días bien, pero es al tercero o al cuarto cuando empeoras. Si la secuencia cálida dura varios días, son siempre los últimos días donde se ven las afecciones”, explica Jorge Olcina, catedrático de Geografía y responsable del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante. “Durante el día, la gente sigue los consejos y no se expone al sol. El problema es la noche en algunos domicilios que no están bien acondicionados. Ahí es cuando las personas mayores o bebés sufren más el calor. Cuando la temperatura no baja de 20 grados, el cuerpo humano no descansa, porque no se puede conciliar bien el sueño”, asegura.

Umbrales de temperaturas diferentes

Debido a la diversidad climática dentro de España, el umbral de temperatura a partir de cuál se incrementa la mortalidad cambia de una ciudad a otra. En Córdoba son 40 grados, y en A Coruña, 26. “En los climas más cálidos del sur, el umbral es más alto porque están más acostumbrados a temperaturas más altas. En cambio, en el norte, a poco que los termómetros lleguen a 26-30 grados, ya sienten calor”, señala el climatólogo.

Lo cierto es que los humanos nos vamos acostumbrando poco a poco a esos valores extremos. “Si hablamos en general de toda España, nos estamos adaptando a una subida de 0,6 grados por década, es decir, a que cada 10 años las temperaturas suban 0,6 grados de media. Esto quiere decir que cada vez hace falta más calor para que haya mortalidad atribuible al calor”, explicaba a NIUS el verano pasado Julio Díaz, de la Unidad de Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III.

Muertes por golpes de calor

De los 27 fallecidos del pasado lunes, sólo una tenía menos de 65 años. Nueve tenían entre 65 y 84 años, y 18 personas tenían 85 o más. De los muertos por calor del 19 de julio de 2022 sólo dos tenía menos de 65 años. Los golpes de calor son fenómenos agudos, repentinos; pero las muertes más frecuentes asociadas a las temperaturas extremas son procesos de descompensación de personas frágiles. Además, no sólo mata el calor. Durante los días de temperaturas extremas, se incrementa la presencia de contaminantes como el NO2, el ozono o las partículas PM10, que son causantes de unas diez mil muertes al año en España.

“Cuando se produce una ola de calor, hay estabilidad atmosférica y el aire se estanca. Un día tras otro, los contaminantes, sobre todo en ciudades importantes, se van acumulando”, explica Olcina. “El gas más peligroso en verano es el ozono troposférico. Es un gas contaminante que se activa con la radiación intensa”.

Medidas insuficientes

España prohibió el trabajo al aire libre durante los períodos de calor extremo tras la muerte de un trabajador municipal en Madrid el pasado verano, y fijó temperaturas máximas y mínimas legales para los lugares de trabajo. Human Rights Watch ha advertido que España no está haciendo lo suficiente para proteger a las personas más vulnerables de las temperaturas extremas. Investigadores españoles del Instituto de Salud Carlos III publicaron recientemente un artículo que muestra que los entornos urbanos sin cubierta arbórea o materiales de construcción adaptados pueden experimentar temperaturas de hasta 11 grados más altas que el campo cercano. El fenómeno, conocido como “islas de calor”, afecta a ciudades españolas densamente pobladas como Valencia, Madrid y Barcelona.

El año pasado fue el más caluroso de la historia en España, y la primavera de 2023 también fue declarada la más calurosa registrada. La Península Ibérica es actualmente el territorio más seco de Europa. “Tenemos que ir acostumbrándonos a que estas secuencias de calor van a ser cada vez más habituales. Desde 2010 no ha habido ningún verano fresco. Las ciudades tienen que ir preparándose para esto. Hay que verdearlas mucho más, crear zonas de sombra, recuperar el agua en las calles con fuentes públicas y edificios más acondicionados”, apunta Olcina.

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