Condenada a 31 años de cárcel y castigada con latigazos en Irán: el calvario de Narges Mohammadi, ganadora del Nobel de la Paz 2023

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Mohammadi se convirtió en la decimonovena mujer que gana el Nobel de la Paz y la segunda mujer iraní en obtenerlo. Pero su logro, celebrado como un “momento histórico y profundo para la lucha de Irán por la libertad”, conlleva un tormento. Carga con una condena de 31 años y 154 latigazos, además de no ver a sus hijos desde hace ocho años.

Cuando este viernes se anunció a la ganadora del Premio Nobel de la Paz 2023, bastó con escuchar las tres primeras palabras para entender que el galardón viajaría a Irán, y particularmente a una mujer encarcelada por años de lucha en favor de los derechos de la mujer. Se trataba de Narges Mohammadi.

“Mujer, Vida, Libertad” inició la presentación, el lema que miles de mujeres entonaron en las manifestaciones que estallaron en la República Islámica tras la muerte en septiembre de 2022 de Mahsa Amini, joven de 22 años que perdió la vida bajo custodia de fuerzas policiales y que fue golpeada por la policía de la moralidad.

Las protestas, que han dejado un saldo de más de 500 muertos, 20.000 detenidos y siete condenados a muerte, fueron seguidas por la última ganadora del Nobel desde la tristemente célebre prisión de Evin, en Teherán, lugar en el que cumple condenas por un total de 31 años, producto de 13 detenciones, además de 154 latigazos.

El premio, que llega a días de una nueva denuncia contra Armita Garawand, una adolescente de 16 años que no llevaba el hiyab en el metro de Teherán y que habría sido atacada por la policía de la moralidad, la hace “más decidida, más responsable, más apasionada y más esperanzada”, dijo la propia Mohammadi a The New York Times tras enterarse del galardón. Pero el costo para la vida de la activista, de 51 años, no ha sido menor. No ha podido escuchar la voz de sus hijos gemelos, de 16 años, hace más de un año, y la última vez que los tuvo entre sus brazos fue hace ocho.

Una vida de lucha

El propio Comité Noruego del Nobel destacó el “tremendo costo personal” en la vida de Mohammadi, una dedicada prácticamente en su totalidad a la “muerte de la República Islámica”, como gritó el 15 de octubre de 2022. Semanas atrás, ella y sus compañeras escucharon con rabia cómo estallaban las protestas en Irán tras la muerte de Amini. Vieron en primera persona cómo se llenaban las celdas de mujeres, y también cómo aumentaban las denuncias de abusos físicos y sexuales contra las reclusas, detalló en una columna enviada de manera furtiva a The New York Times.

Su historia con el activismo por los derechos de la mujer en Irán, dijo al mismo periódico en una ventana entre sus múltiples encarcelamientos, se inició bajo la advertencia de su madre. Nunca hagas política, le dijo cuando era una niña. “El precio de luchar contra el sistema en un país como Irán sería demasiado alto”.

En la ciudad central de Zanjan, lugar donde creció en el seno de una familia de clase media, dos hechos marcaron su infancia. Su familia materna estaba involucrada en política, y tras la revolución islámica de 1979, que derrocó a la monarquía, detuvieron a su tío, así como a dos primos, relató al periódico neoyorquino.

La imagen de su madre llenando una cesta roja con frutas para llevar al hermano, y luego sentada en el piso escuchando los nombres de los presos ejecutados cada día, fue su primer acercamiento.

El segundo llegó cuando una tarde un locutor anunció la ejecución de su tío, lo que vino acompañado del llanto desgarrador de su madre.

Cuando entró a la universidad a estudiar física nuclear, notó que no había grupos de mujeres estudiantes. Fundó dos: un grupo femenino de senderismo, y luego otro sobre compromiso cívico. También fue allí donde conoció a su marido, el también activista y escritor Taghi Rahmani. Se casaron en 1999, y el primer aniversario de bodas lo pasaron con él encerrado en régimen de aislamiento.

Tras terminar la carrera, trabajó como columnista e ingeniera, pero este último trabajo lo perdió en 2009 tras una condena, detallaron medios internacionales. En 2003 empezó a colaborar en el Centro de Defensores de los Derechos Humanos de Teherán, organización fundada por la premio Nobel de la Paz 2003, Shirin Ebadi. Su activismo en favor de los activistas encarcelados y contra la pena de muerte –que desde enero de 2022 ha significado del deceso de 860 presos en Irán– inició la ola de detenciones en su contra.

De los 13 arrestos de Narges Mohammadi, cinco han terminado en condenas. La última, y quizás una muestra de su relación con el gobierno iraní, ocurrió en 2022. Fue juzgada durante cinco minutos, tiempo que bastó para aplicar una condena de 10 años y ocho meses, además de 154 latigazos por delitos relacionados con la seguridad nacional, relató la ONG Amnistía Internacional, en un juicio en el que la Nobel de la Paz no apeló a modo de protesta. No tuvo acceso a un abogado.

Un corazón quebrado

Su mayor dolor, sin embargo, ha sido la repercusión en su familia. “Mi sufrimiento más incurable e indescriptible es el anhelo de estar con mis hijos, de cuyas vidas me alejé cuando tenían ocho años”, dijo a AFP en septiembre. “El precio de la lucha no es solo la tortura y la cárcel. Es un corazón que se rompe con cada lamento y un dolor que cala hasta la médula de los huesos”.

Y si bien mira al futuro con optimismo, pues “mientras no se consigan la democracia, la igualdad y la libertad, debemos seguir luchando y sacrificándonos”, agregó, ha narrado en primera persona el desgarro por su distancia con su familia. Su esposo y sus hijos viven exiliados en Francia.

“Mi querida Kiana estaba enferma y acababa de regresar del hospital cuando los agentes del Ministerio de Inteligencia vinieron a detenerme. Mi querido Ali lloraba. Lo puse en mi regazo y le canté una canción de cuna hasta que se durmió. Kiana estaba angustiada. La abracé. La besé. Le pregunté: ‘Querida Kiana, ¿por qué no duermes?’. Ella respondió: ‘No tengo sueño, quiero estar en tus brazos’”, relató Mohammadi en una carta destinada al fiscal general de Teherán, en julio de 2015.

La escena se repitió, se repitió y se repitió. “Las fuerzas de seguridad vinieron a llevarme al Ministerio de Inteligencia. Ali correteaba con su pistola amarilla de juguete, diciendo que quería venir conmigo. Mi querida Kiana me sujetó la esquina del vestido y me dijo: ‘Madre Narges, no vayas’. Con dificultad, me separé de los niños y salí de casa mientras oía su llanto. Luego subí al auto con los oficiales”.

La última vez, tuvo que mostrarse fuerte. “Ali y Kiana abandonaron Irán el 17 de julio de 2015. Durante su última visita, Kiana dijo: ‘Madre, mientras no estés iremos a quedarnos con Taghi hasta que te reúnas con nosotros’. Ali dijo: ‘Madre, ¿no te pondrás triste?’, y luego me miró para ver mi reacción. Intenté mostrar mi felicidad sin ninguna duda, para que no se preocuparan por mí”.

Ambos padres dijeron a The New York Times que, si bien su hijo suele decir que se siente orgulloso del trabajo de su madre, también ha cuestionado la decisión de procrear cuando su activismo seguía siendo una prioridad, a cualquier precio.

De todos modos, el esposo de la premio Nobel aseguró que el galardón “animará la lucha de Narges por los derechos humanos, pero lo más importante es que se trata de un premio a la mujer, a la vida y a la libertad”.

En Irán, en cambio, Fars, una agencia de noticias semioficial iraní, dijo que el Premio Nobel entregado a Mohammadi se debe a “sus actos contra la seguridad nacional de Irán”. “Narges Mohammadi recibió el premio de manos de los occidentales”, aseveró.

Si bien el gobierno de Irán no se ha pronunciado al respecto, en el pasado se han defendido de las acusaciones de abusos contra los derechos humanos –tanto respecto a las movilizaciones tras la muerte de Mahsa Amini como previo a ello– culpando a países extranjeros de estar “incitando al terror y a los disturbios”.

El premio dio impulso nuevamente a los llamados a que liberen a la activista. “Nosotros y otros socios del sistema de derechos humanos de la ONU hemos pedido reiteradamente su liberación”, dijo este viernes la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a Reuters.

En un comunicado oficial, la familia de la ingeniera y activista aseguró que se trata de un “momento histórico y profundo para la lucha de Irán por la libertad”, lamentando no poder disfrutarlo juntos. Pero también incluyeron y dedicaron la celebración “a las valientes mujeres y niñas de Irán que han cautivado al mundo con su valentía en la lucha por la libertad y la igualdad”.

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