Colombia ante el asesinato de Miguel Uribe Turbay: entre la memoria, el miedo y la oportunidad política – Por Yosbert Vásquez

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El asesinato de Miguel Uribe Turbay no es solo una tragedia personal ni un episodio aislado de violencia electoral. Es un hecho que interpela directamente a la democracia colombiana y que envía un mensaje preocupante a toda América Latina: las urnas electorales siguen siendo vulnerables a las balas.

Miguel Uribe, representante de una generación política que intentaba posicionarse en el centro reformista, cae en un contexto marcado por la polarización, el desencanto ciudadano y la expansión del crimen organizado. Su muerte, ocurrida en plena contienda presidencial, tiene un potencial de impacto que trasciende las fronteras de Colombia.

Escenario 1: Reconfiguración política con mayor polarización

La ausencia de Miguel Uribe podría abrir un vacío en el espectro político de centro y centro-derecha. Ese electorado, huérfano de su candidato, podría migrar hacia opciones más extremas que capitalicen el miedo y ofrezcan una narrativa de “mano dura”. El riesgo de este escenario es que la campaña se convierta en un concurso de promesas maximalistas sobre seguridad, desplazando debates importantes como la reforma económica, la transición energética o la integración regional.

Escenario 2: Unidad coyuntural y fortalecimiento democrático

Existe también la posibilidad de que este crimen despierte un pacto político y social en torno a la defensa de la vida y la integridad electoral. Los principales candidatos podrían comprometerse públicamente a frenar el discurso de odio y a garantizar un debate programático sin intimidación.

Si este escenario prevalece, Colombia podría convertir la tragedia en un momento de resiliencia democrática, enviando un mensaje de madurez institucional a la región.

Escenario 3: Escalada de violencia y crisis de gobernabilidad

El peor de los caminos sería que este asesinato detone una cadena de ataques, amenazas y desinformación, generando miedo en el electorado y desconfianza en las instituciones. Esto podría desembocar en una elección bajo sospecha, con baja participación y cuestionamientos internacionales. En este escenario, el gobierno de Petro enfrentaría una presión inédita y la estabilidad política del país entraría en un terreno más incierto.

Un espejo para América Latina
Más allá de sus efectos internos, la muerte de Miguel Uribe Turbay obliga a la región a mirarse en el espejo. Países comoVenezuela, Ecuador, México, Haití o incluso algunas naciones del Cono Sur han experimentado recientemente episodios de violencia electoral. La lección es clara: la democracia latinoamericana no solo se erosiona con discursos autoritarios, también sangra cuando se silencia a sus candidatos.

En un continente donde la política sigue siendo, en ocasiones, un oficio de alto riesgo, este crimen debería impulsar una agenda regional para blindar los procesos electorales, proteger a sus protagonistas y garantizar que el poder se dispute en las plazas y no en los cementerios o cárceles políticas, a propósito de Venezuela.

Colombia está, otra vez, ante una encrucijada: dejar que el miedo marque el rumbo o convertir la memoria de Miguel Uribe Turbay en un punto de inflexión hacia una política más segura, más ética y más democrática. La historia, como siempre, juzgará las decisiones.

Yosbert Vásquez
Escritor Invitado al The Freedom Post
Politólogo
Redes Sociales @yosbertvasquez

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