En una medida contundente contra las redes criminales que azotan a la región, los primeros buques de combate de la Marina de los Estados Unidos ya se avistan en aguas del mar Caribe, tras la orden ejecutiva emitida por el presidente Donald J. Trump.
El despliegue responde al compromiso de Washington de cortar el flujo de drogas y armas procedente de Latinoamérica, especialmente desde regímenes autoritarios que sirven como refugio y plataforma para el narcoterrorismo. Fuentes del Pentágono confirmaron que la operación no solo contempla presencia naval, sino también vigilancia aérea y apoyo logístico a las agencias encargadas de combatir al crimen organizado.
La presencia de la flota estadounidense en el Caribe ha generado expectativas en gobiernos democráticos de la región que, por años, han denunciado la complicidad de algunos regímenes con el narcotráfico. Analistas consideran que esta ofensiva marca un punto de inflexión en la política de Estados Unidos hacia Latinoamérica, reforzando el mensaje de que ningún santuario para criminales será tolerado.
Mientras tanto, los primeros reportes visuales de los destructores y fragatas norteamericanas surcando aguas cercanas a territorios clave envían una señal inequívoca: el tiempo de la impunidad se acaba para los narcoterroristas.
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