La importancia que tiene la salud de los gatitos es fundamental para que puedan vivir una vida larga, plena y sin complicaciones. Es por eso es importante las visitas semestrales al veterinario, ya que una detección de cualquier enfermedad de forma temprana, asegura casi en su totalidad un tratamiento exitoso.
Entre las afecciones que pueden sufrir los gatos se encuentra el asma. Detectada en forma temprana y tratada en forma adecuada por un veterinario, esta enfermedad suele tener muy buen pronóstico. Sin embargo, puede también ser una urgencia con riesgo de vida.
Se calcula que el asma felina afecta entre un 1% y un 5% de los gatos y de forma más habitual los gatos de edad joven a media. La edad media de detección y diagnóstico se ha fijado en 4 a 5 años; así pues, muchos gatos con asma experimentan síntomas clínicos muy pronto en su vida.
“Al igual que los humanos, los felinos pueden sufrir esta enfermedad inflamatoria crónica y recidivante que afecta los bronquios”, explica María Ines Rosatti (MN 8505), especialista en Medicina Felina.
Según la veterinaria, la clave es intentar disminuir los factores que pueden desencadenar o empeorar este tipo de reacciones en el organismo. Las recomendaciones más usuales son evitar las bandejas sanitarias cerradas y la utilización de arena que produzca mucho polvo, evitar la exposición al humo del tabaco, y el uso de aerosoles, sprays ambientales, inciensos o similares. También se sugiere ventilar los ambientes, aspirar y pasar trapos húmedos, en lugar de un plumero o un trapo seco y evitar el sobrepeso de nuestro gato.
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¿Cómo sé si mi gato tiene asma? ¿Cuáles son los síntomas del asma bronquial?
Los síntomas más habituales de un gato con problemas de este tipo son:
Dificultad respiratoria (Disnea). A menudo se observa más afectación en la espiración que en la inspiración.
Respiración más rápida de lo habitual y superficial (Taquipnea). En los casos más graves, la respiración acelerada puede producirse con la boca del animal abierta, ya que el aire que con el aire se inspira por los conductos nasales no es suficiente.
Silbidos o ruidos al respirar cuando el aire pasa por los bronquios inflamados y por unas vías respiratorias estrechadas.
Mucosas azules (Cianosis), debidas a la falta de oxigenación.
Apatía, cansancio, intolerancia al ejercicio o actividad. También debida a la falta de oxígeno.
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