Los perros y los gatos perciben la muerte de sus compañeros

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Al igual que los seres humanos, los perros y los gatos sufren, perciben y sienten la pérdida por la muerte de un compañero perro o gato o de alguien con el que han tenido un vínculo estrecho y cotidiano, manifestando un comportamiento que bien podríamos definir como actitud de luto o duelo.

Estudios muy recientes han logrado descifrar las claves de un comportamiento que no hace mucho se creía y se sostenía que era patrimonio exclusivo de un ser humano, pensado y estructurado por la sociedad imperante como un ser superior y como el único capaz de sentir y sufrir.

La comprobación empírica la hemos realizado cualquiera de nosotros como tutores de perros o de gatos tan solo observando que frente a la pérdida de un ser vivo querido y cercano ellos se comportan de un modo o manera muy parecidos a los que podríamos calificar de duelo o luto.

Este tipo de conducta también se la ha podido observar en animales silvestres, en particular en los gregarios y sociales.

Así podemos apreciar que los elefantes son famosos por sus ritos a la hora de la muerte de un congénere y también los lobos, sobre los que han trascendido verdaderas ceremonias relacionadas con la muerte de sus compañeros, siendo la más famosa de ellas la despedida póstuma del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente por parte de la manada de lobos a la que había dedicado los últimos años de su vida de investigación.

El parentesco estrecho y la cercanía afectiva son las características que definen la aparición y la frecuencia de este tipo de comportamientos.

Nuestros animales de compañía, el perro o el gato, no tienen parentesco sanguíneo con nosotros pero sin embargo, constituyen lo que hoy se llama familia multiespecie, un grupo o conjunto recreado por el ser humano a través de los siglos donde la decisión de la convivencia la mayoría de las veces ha sido unilateral pero el vínculo es muy cercano.

Frente a la muerte de alguno de los animales de una casa los que sobreviven cambian su ánimo y sus rutinas cotidianas, lo que ocurre más intensamente cuanto más estrecha ha sido la relación.

En aquellos hogares en los que hay más de un animal no todos ellos sufrirán la pérdida de un compañero con la misma intensidad. La actitud está en directa dependencia y proporción con la idiosincrasia del individuo y con la cercanía afectiva que no siempre es la misma en cada caso.

Las investigaciones permitieron establecer que lo que siente un animal en su emocionalidad es la pérdida en sí, la ausencia y no la percepción real y concreta de la muerte. Aunque algunos siguen sosteniendo que los animales pueden percibir la muerte del otro, el “duelo” y el “luto” solo lo manifiestan frente a la pérdida de un compañero cercano y frente al cambio de la rutina cotidiana.

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Reaccionan entonces frente la ausencia de la relación concreta de alguien afectivamente cercano más que frente a la muerte en sí, ya que la conducta no cambia si el animal sobreviviente ha visto o no el cuerpo de su compañero muerto.

Los perros son rituales, rutinarios y habituales (formadores de hábitos), por lo tanto, cuando desaparece un eslabón de esas rutinas el comportamiento se desorienta e impulsa conductas de duelo o parecidas. Por otra parte, la desaparición de un compañero puede ser para ellos el presagio instintivo de un riesgo latente y cercano lo que agudiza la posición de alerta aumentando el stress y habilitando esos cambios conductuales.

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