No es recomendable ingerir la placenta tras el parto como lo hizo Evaluna Montaner

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Ingerir la placenta es una práctica común entre la mayoría de mamíferos no humanos. Perros, chimpancés, leones y osos suelen lamer a sus crías después del nacimiento y, de paso, comer el órgano que expulsan con ellas.

La placenta es una estructura carnosa que se forma durante la gestación. Esta se adhiere al útero, es punto de partida del cordón umbilical, brinda oxígeno y nutrientes al bebé.

Una creencia señala que en ella hay un número importante de células madre (las que permiten que cuando un órgano sufra daño, pueda autorrepararse). Sin embargo, apunta la ginecoobstetra María Alejandra Vélez, que además de eso, “sirve también para filtrar los desechos, por eso puede tener toxinas, bacterias (ver Para saber más) y virus que no se eliminan completamente, ni siquiera con las preparaciones que recomiendan”.

En la cultura popular se habla, por ejemplo, de cocinarla, encapsularla (convertirla en pastillas tras vaporizarla y deshidratarla) y hasta comerla cruda.

¿De dónde viene esta práctica?

Las razones que suelen estar detrás del consumo de la placenta tienen que ver con la creencia de que “si lo hacen otros mamíferos, debe ser por algo”. No obstante, se cree que en esos casos la práctica respondería a que la hembra desea mantener limpio el espacio, reducir olores para evitar atraer depredadores y responder al hambre luego de no haber ingerido nada durante el parto. Los humanos no necesitan perseguir ninguno de esos objetivos.

En este orden de ideas, no es una práctica recomendada por los expertos. De hecho, la Clínica Mayo, en su página web oficial, señala que ingerirla “puede ser perjudicial tanto para la madre como para el bebe”.

No existen estudios científicos que confirmen los beneficios que se le atribuyen al ingerirla (que previene la depresión postparto, mejora el estado de ánimo, el suministro de leche o la energía). “Si lo que se buscan son maneras de mejorar la salud después de dar a luz, lo mejor es hablar con el médico tratante sobre alternativas comprobadas”, finaliza la institución.

En un sentido similar, es posible encontrar en el mercado productos como óleos, aceites, pomadas que son vendidos como adyuvantes para el manejo de la psoriasis, cicatrices, melasma, entre otras.

Sin embargo, añade Alejandra Muriel García, médica ginecoobstetra de la Universidad de Antioquia: “Utilizarla es una práctica muy antigua que se ha popularizado en los últimos años, y si bien su consumo no ha sido prohibido (porque tampoco se ha demostrado un efecto adverso), los estudios existentes no aportan suficiente evidencia favorable”.

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La especialista además puntualiza que no es recomendable, bajo ningún concepto, ingerirla en remplazo de suplementos como el hierro, antidepresivos u otros tratamientos que el médico le haya recetado.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) piden cautela frente a la toma de cápsulas de placenta. Esto porque fue registrado un caso en el que una madre, tras tomar las píldoras y amamantar a su bebé, le pasó estreptococo del grupo B (una bacteria que en recién nacidos puede causar enfermedades graves caracterizadas por fiebre y letargo). La hipótesis es que la madre contrajo el microorganismo al ingerir la placenta infectada.

VANGUARDIA

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