#Opinión | Modernidad laboral- Por Deyson Padron

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Mucho se habla en la actualidad de los enormes retos que enfrentan los más jóvenes para acceder a su primer trabajo, a las dificultades, que parecieran, cada vez son mayores a la hora de emplearse; la constante queja, a la que muchos llaman desaciertos en las políticas económicas de sus países, y vaya que las hay. Pero, ¿Qué tan cierto es que estemos cada vez peor?, siquiera en el caso de Colombia. Sin mencionar cifras oficiales o extraoficiales, quiero referirme en éste artículo a la realidad cualitativa actual: en su mayoría jóvenes y – no tan jóvenes – tienen un desempeño mediocre en su formación “profesional” (si así se le puede llamar) y, peor aún, en su desempeño laboral.

Si hablamos del trabajador público promedio, de planta o por contrato, cuyo horario laboral se comprende entre las 9:00am a 5:00pm, no se les ve haciendo el mínimo esfuerzo por llegar antes de dicha hora para tener preparado y listo su puesto y/o equipos de trabajo, por el contrario, llega pasada la hora de entrada, a comentar y contarle a su compañero todo lo que hizo la noche antes, la discusión con su pareja, los gritos del vecino, opinar sobre la ropa de otro colega, quejarse del sistema de transporte o la movilidad de la ciudad, entre otros; no sin antes servirse la tradicional taza de café que acompaña dicha conversación. En las escazas dos horas que le quedan antes del almuerzo logra atender tres o cuatro solicitudes o procesos de los que es responsable laboralmente. Al regresar del receso por almuerzo, debe volver a servir café, es natural, y durante esta primera hora vespertina va a comentar lo malo que estuvo la comida en ese restaurante adónde fue; seguramente se quejará del precio de la comida, y terminarán de hablar sobre los temas personales que dejaron inconclusos en la extenuante jornada de la mañana. En el mejor de los casos podrá atender dos solicitudes más antes que sean las 5:00pm en punto, que eso sí, es el horario exacto para retirarse de su trabajo.

Basta con intentar realizar cualquier trámite o proceso en la entidad pública que sea, de orden nacional, regional o municipal; para enfrentarse con una sinfín de obstáculos, dificultades y tropiezos que llevaran al usuario o ciudadano a enfrentar los mayores índices de frustración al ver pasar los días e inclusos meses sin poder avanzar y mucho menos solucionar su requerimiento frente a la burocracia.

Y, obvio también sucede en el sector privado, personas a quienes se les paga por hacer un trabajo, con un mínimo de exigencia y pasan por alto el debido proceso, el deber ser de las cosas, afectando a sus partner de otras empresas. Como último recurso se escudan en la “presión y cantidad de trabajo” que tienen, en muchos casos, les trasladan su responsabilidad y negligencia a otros, para intentar quedar bien en sus compañías y con sus jefes. Piense por un momento en el desempeño de los empleados bancarios, la actitud individual de cada trabajador, la forma organizacional ineficaz de tener ocho cajas pero sólo dos personas atendiendo al usuario, solo por mencionar un ejemplo sin que se ofendan mis amigos de la banca. Este comportamiento es llamativo y por demás una característica innata de los Latinos, es tan arraigado a nuestro ser, que exigir o esperar lo contrario se convierte en una ofensa y, en el peor de los casos en “acoso laboral”. Resulta casi impensable exigir rendimiento, cumplimiento, indicadores, calidad, eficiencia, eficacia, coherencia y menos pertinencia en el desarrollo de la vida laboral de estos “modernos profesionales”; es tan ofensivo que en su defensa, muchos enaltecen el sin fin de títulos que llegan a obtener: Licenciado, Arquitecto, Magíster, Doctorado, etc.; y es que sí, se volvió una moda coleccionar cartones pero conocimiento ni sensatez.
Y, es que durante mucho tiempo se ha hablado sobre la productividad en Colombia como las más bajas de los países de la OCDE, incluso, existen estudios específicos sobre el tema en cuestión, cuadros comparativos de cifras entre los países hermanos y otros como los de la Euro zona. Éste retraso en la productividad se relaciona con la falta de conexión entre la educación y las habilidades que se están demandando en el mercado laboral. Otros hablan de factores externos como la infraestructura, la logística y el transporte. Así, se ha señalado que problemáticas como el tráfico en las grandes ciudades o la precariedad en el transporte para acceder a ciertas regiones del país, impactan la productividad de los colombianos. Pero, son realmente éstos factores los determinantes y/o causantes de éste fenómeno?

Por otro lado, si hablamos de muchos de los que actualmente no esperan hacer nada con sus vidas, resulta mucho peor; les resulta ofensivo realizar trabajos de oficios como jardinería, pintura o limpieza, es una completa deshonra para ellos; evidentemente es más fácil esperar los subsidios mensuales de los gobiernos sin hacer mayor esfuerzo, subsidios claro está que salen de nuestros bolsillos – impuestos.

Es curioso, como dije anteriormente, pero son justamente esas personas las que más se quejan en nuestros alrededores del “gobierno, de la economía, de la corrupción, de la falta de oportunidades”. Seguramente los han escuchado planeando una aventura en perseguir el Sueño Americano o Europeo, porque “allá sí hay oportunidades, allá si se sale adelante”. Son justamente esos que pretenden trabajar 2 horas diarias, o hacerse ricos haciendo videos en redes sociales – Hay casos para eso, claro está. Esos que quieren “parchar” todos los días, sin responsabilidades, exigiendo un sinfín de supuestos derechos pero sin ningún deber ni mucho menos responsabilidad, esos cuyas vidas son un enorme desastre personal pero la culpa es de la “burguesía y la oligarquía”; esos que se ven en todas las familias sin mayores ocupaciones consigo mismos, pero sí a cuestas de sus núcleos familiares convirtiéndose en unos parásitos durante toda la vida.

Y, no me mal interpreten, no pretendo ser pretencioso ni creer que todo será perfecto, sólo hago referencia a indicadores de eficacia y cumplimiento respecto al desempeño laboral; es que no se trata si se es profesional, obrero o simplemente empírico, se trata de la forma en que desarrollan las actividades inherentes a su ocupación día con día. Por supuesto que no todos somos así, antes que vayan a salir con que las generalizaciones son inexactas y por ende, carecen de fundamento, pero coincidirán conmigo en que esto sí es la mayoría o mucho de lo que a diario encontramos. A diario se pide a gritos un “cambio, que las cosas mejoren” en nuestros países, pero ¿Qué hace realmente cada uno para que ello ocurra? ¿Qué hago yo en el ejercicio diario de mis actividades para que eso mejore? Realmente es mi desempeño personal y profesional acorde a las exigencias que suelo tener? ¿Las decisiones que tomo son de verdad acertadas para el desarrollo personal y laboral, de manera que no solo contribuyan a las mejoras individuales sino también colectivas de mi sociedad? ¿Qué está haciendo el gobierno para atacar un fenómeno tan negativo cómo éste? O estamos condenados a permanecer en esta maléfica situación?
En mi experiencia trabajando en varios países de Latinoamérica, ha resultado en mucho casos desmoralizante ésta realidad, deja mucho para pensar y más aún desear, -algo mejor, por supuesto, para que nuestras realidades y por ende nuestros países mejores siquiera un poco esos indicadores negativos de desempeño. Es que pareciera que, en la actualidad, el sentido común es el menos común de todos los sentidos.

No sólo en Colombia, en toda Latinoamérica y, quizás del mundo.

Deyson Padron
Escritor invitado al TFP
Politólogo
Internacionalista
Magíster en Alta Gerencia Internacional
Magíster en Negocios Internacionales y Relaciones Públicas
Asesor y Consultor Político – Empresarial
Empresario
Columnista de Opinión
Redes sociales: @deysonPadron

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