
La tensión se hizo sentir este martes en la localidad murciana cuando un grupo de vecinos increpó a reporteras de RTVE por calificar las protestas ciudadanas como actos promovidos por “grupos de extrema derecha”. Los gritos de “¡Contad la verdad!”, “¡No somos ultras, somos españoles!” y “¡Falsa, fuera!” se escucharon en pleno directo, obligando a las periodistas a retirarse escoltadas por la Policía.
Durante la cobertura de RTVE, las periodistas Esther Yáñez y Arancha Jiménez fueron confrontadas por manifestantes hartos de lo que consideran una manipulación mediática. En lugar de informar con objetividad, RTVE afirmó que las protestas estaban organizadas por “grupos ultras”, lo que encendió aún más los ánimos de vecinos que solo reclaman respeto, seguridad y verdad.
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Todo esto ocurre en un contexto de creciente indignación por parte de los ciudadanos, quienes denuncian sentirse desprotegidos y desinformados. El detonante fue la agresión sufrida por un hombre mayor hace unos días en el municipio, hecho que causó conmoción y llevó a vecinos a manifestarse exigiendo mayor seguridad. Sin embargo, la narrativa de algunos medios ha minimizado ese malestar legítimo, centrándose en acusaciones ideológicas que no representan la realidad del pueblo.
RTVE, el ente público de radiodifusión española, es conocido por su línea editorial que frecuentemente asocia cualquier protesta social con la “derecha” o la “ultraderecha”, similar a lo que ocurre con medios oficiales como VTV en Venezuela. Esta postura contribuye a polarizar la opinión pública y a deslegitimar la expresión ciudadana que no encaja con la narrativa oficial.
El presidente de RTVE, José Pablo López, calificó los hechos como “acciones fascistas”, lo cual no hizo más que agravar la desconexión entre el ente público y una ciudadanía harta de etiquetas simplistas. A juicio de muchos vecinos, el problema no es ideológico sino institucional: se sienten abandonados, desatendidos y ahora también calumniados.
No es la primera vez que RTVE enfrenta el rechazo ciudadano. En eventos recientes como los Sanfermines también se registraron gritos de desaprobación, demostrando que la desconfianza hacia los medios públicos va en aumento.
La situación en Torre Pacheco no es un caso aislado, sino un síntoma del hartazgo de muchos españoles. Pretender deslegitimar ese malestar con etiquetas políticas no solo es injusto, sino peligroso.
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