Desde hace algunos meses, un porcentaje importante de venezolanos llevan repitiendo constantemente una mentira que, ahora empiezan a afirmar como verdad.
Pero no es más que la subjetividad de una sociedad condenada a la miseria por un juez muy severo: la ignorancia.
La tendencia “Venezuela se arregló” hace alusión a una pantomima elaborada por los beneficiarios de la mafia política que controla el poder. Dicha obra teatral tiene como finalidad generar en la población, la creencia de una normalidad ficticia fundamentada en un burdo espectáculo de fiestas, drogas y alcohol con la vana pretensión de sustituir los indicadores básicos de calidad de vida por una rumba o un concierto.
Y lo realmente grave es observar cómo la juventud cree y defiende esa falacia.
Pero esta situación no es más que el resultado de más de sesenta años de marxismo cultural: Una sociedad adoctrinada bajo las directrices del ocio, la pereza, el malandreo, el dinero fácil y un grave problema de conciencia e identidad ciudadana.
Una sociedad exageradamente descompuesta.
Existe un porcentaje importante de venezolanos que se encuentran encadenados en una cueva, condenados a la oscuridad y a la ignorancia por voluntad propia.
En este sentido, podría decirse que el mito de la caverna de Platón puede explicar en cierta manera lo que ocurre con la sociedad venezolana.
Para que todos lo tengan claro, en este mito Platón expone que existe una caverna muy oscura en la cual vive un grupo de hombres desde su nacimiento, no han visto más que las cadenas que los atan a la profundidad de la oscuridad y las sombras que se reflejan en la caverna son producto de una hoguera que está detrás de la pared la cual separa a la caverna del mundo exterior.
Los esclavos condenados a esta vida miserable no son capaces de pensar más allá de lo que la oscuridad les permite ver. Sin embargo, en el mito también se dice que hubo un hombre que sintió curiosidad por lo que estaba afuera y decidió salir de la caverna. Casi no logra hacerlo porque la luz del sol lo deslumbraba pero siguió adelante y descubrió un mundo diferente.
Cuando se liberó de las pesadas cadenas de la ignorancia, quiso regresar a la caverna para contárselo a sus compañeros y ayudarlos a liberarse de la oscuridad.
Sin embargo aquellos no creyeron lo que este hombre les contó y en lugar de seguirlo, se aferraron con más fuerza a sus cadenas, a tal nivel de ser capaces de utilizar la violencia y, hasta matar al que había sido su compañero, sólo por defender las creencias formadas en la profundidad de la caverna.
Los venezolanos -prisioneros de la caverna- aseguran que el mundo que ellos perciben es real y normal. Y es que, tantos años sometidos, han convertido la barbarie en cosa común y aceptable. Es por ello que, cuando se les dice que la situación dentro de Venezuela no está bien, la reacción de estos prisioneros es violenta y en defensa de las cadenas que los mantienen atados: la ignorancia.
La sociedad venezolana se conformó con las siluetas que se reflejan en la caverna por el efecto de lo que sucede fuera de ella entre el fuego y los que transitan por allí.
Pero los que nos hemos liberado, podemos comprender de manera clara que Venezuela no se arregló.
No, una seguidilla de fiestas y el flujo -controlado- de dólares no es sinónimo de desarrollo.
Al contrario, es una muestra clara de la aguda descomposición social que tiene el país.
Para que Venezuela se arregle hay que atravesar un camino bastante largo, con cuestas y barrancos.
¿Y por qué afirmo que Venezuela no se arregló?
Empezando por que el poder del Estado sigue estando dominado por un cartel de narcotráfico.
En consecuencia tenemos una sociedad con un porcentaje elevadísimo de pobreza; los índices de violencia -y sobre todo muertes violentas- siguen siendo alarmantes; el sistema sanitario no es capaz de atender una emergencia-, no existe el servicio de ambulancias- y mucho menos brindar atención de calidad a los pacientes; los servicios básicos no son estables y tampoco óptimos; el poder adquisitivo lo tienen algunos pocos -porque sí, es verdad que hay bodegones con comida, pero no todo el mundo puede salir de allí con un mercado completo para un mes- mientras que la mayoría compra productos por nivel de prioridad; las organizaciones criminales tienen dominio sobre una buena parte del territorio, zonas en las que sólo aplican las leyes del crimen; otra parte importante del territorio nacional está ocupado por guerrillas y mafias internacionales; la calidad en la educación es vergonzosa a tal punto que, un grupo de docentes, imparten clases con severos errores ortográficos y por otro lado, muchas madres no se interesan en enviar a los niños a la escuela.
Esto es sólo una pequeña referencia de la realidad social venezolana.
Es por ello que no se puede partir de la ignorancia de un grupo de personas que consideran que tienen la vida solucionada por asistir a una fiesta.
Eso no es calidad de vida.
La percepción de “realidad” que tiene esta gente no es más que el resultado del buen trabajo del régimen chavista para debilitar la psique de los individuos.
En Venezuela queda mucho trabajo por hacer, empezando por sanear la sociedad que hoy aplaude la barbarie.
Muchos venezolanos que hoy nos encontramos fuera del país -así como una parte de los que están dentro- sabemos que la “calidad de vida” no consiste en una fiesta. Tener calidad de vida es contar con seguridad, estabilidad, oportunidades de crecer, justicia, y sobre todo LIBERTAD para vivir de acuerdo con lo que deseas para ti.
Sobrevivir mes a mes e ir a una fiesta financiada por mafiosos no se traduce en una vida digna, todo lo contrario, es una vida muy miserable.
«Moral y luces son nuestras primeras necesidades» Simón Bolívar, Angostura, 1819.