
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha rubricado un acuerdo que obliga a todos los colegios de España a incluir en su currículo la enseñanza de «árabe y cultura marroquí».
Este pacto, firmado en el marco de su reciente gira por Asia y tras intensas negociaciones con socios progresistas y presiones externas, ha sido presentado como un paso hacia la «diversidad cultural», pero despierta serias dudas sobre la preservación de la identidad nacional y los valores que han sostenido a España durante siglos.
El anuncio, que no ha contado con un debate público amplio ni con el consenso de las comunidades educativas, implica que los alumnos de todas las edades deberán destinar horas lectivas a estas materias, relegando, según críticos, asignaturas fundamentales como la Historia de España o la Lengua Española, pilares de la formación de las nuevas generaciones.
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Fuentes cercanas al Ejecutivo aseguran que el objetivo es «fortalecer lazos con el mundo árabe», pero no han aclarado por qué se prioriza la cultura marroquí sobre otras tradiciones igualmente presentes en el panorama internacional.
Desde sectores conservadores se ha alzado una voz de alarma: esta medida se interpreta como un nuevo ataque a la soberanía cultural española y un guiño a políticas globalistas que diluyen las raíces cristianas y occidentales del país. «¿Qué será lo próximo? ¿Sustituir la enseñanza del Siglo de Oro por relatos del Magreb?», se preguntan algunos detractores, que ven en esta imposición una cesión intolerable a intereses extranjeros.
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